José Andrés Guzmán Soto
En la vida diaria, frente a las circunstancias positivas o negativas que nos rodean, sobre todo aquellas que no son previsibles, hemos reaccionado de diferente manera: algunos nos enojamos, algunos otros experimentamos dolor, alegría, miedo, tristeza, sorpresa.
Ejemplos los tenemos a diario: el niño que patalea porque no le cumplen lo que quiere; el joven que vive el desamor y se quiere suicidar; el esposo violento que a la más pequeña contradicción de su poder se vuelve violento contra su esposa o con sus hijos; el vecino solitario porque no sabe convivir con los demás por su violencia; el jefe o la jefa que no sabe controlar sus emociones y se desquita con sus subordinados; la persona que vive siempre llena de temor y miedo y se siente víctima de todo y de todos.
Pero también tenemos el lado contrario: hombres y mujeres, niños y adultos, pobres y ricos que viven la alegría de un cumpleaños, la fiesta de un aniversario, las fiestas religiosas, el encuentro amoroso de dos personas que se aman, el asombro de una buena noticia, del encuentro de un familiar que no veía por mucho tiempo
Estas reacciones humanas, estas expresiones personales y sociales es lo que llamamos EMOCIONES; es decir una emoción es un proceso que se activa cuando el organismo detecta algún peligro, amenaza o desequilibrio con el fin de poner en marcha los recursos a su alcance para controlar la situación.
Por lo tanto, las emociones son mecanismos que nos ayudan a reaccionar con rapidez ante acontecimientos inesperados que funcionan de manera automática, son impulsos para actuar. Cada emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta.
Cada persona experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de sus experiencias anteriores, su aprendizaje y de la situación concreta. Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno, de ahí la importancia de los padres y los profesores como modelo ante sus hijos y alumnos.
Las emociones son propias del ser humano y son positivas o negativas en según contribuyan al bienestar o malestar de las personas; son negativas la ira, el miedo, la aversión, el odio, la tristeza; son positivas la sorpresa, la alegría, el amor, etc.
Pero lo importante es saber controlar nuestras emociones, no que nos controlen y nos volvamos sus esclavos. Vale la pena aprender y enseñar el autocontrol de nuestras emociones porque de ello depende el vivir una vida feliz y en paz consigo mismo y con los demás.