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Sergio Padilla Moreno

En un libro de su autoría, el P. Benjamín González Buelta SJ, nos invita a “orar en un mundo roto”. Pero, considero que el mundo está, además de roto, atascado. Por lo menos es lo que se me venía a la mente en medio de un terrible atasco vial en la famosa glorieta de la Minerva en la ciudad de Guadalajara. Cuadras antes tomé una mala decisión a causa de andar distraído y absorto en los ruidos de mi mente –”la loca de la casa que decía Santa Teresa de Ávila”-, por lo que, cuando dejé de estar en modo de piloto automático, me encontraba en medio del caos vial.  

La primera reacción de quienes estábamos atrapados en esa aporía fue de estrés y agresividad hacia los conductores vecinos -por supuesto que no había autoridades viales para deshacer el atasco-, pero después de unos minutos, milagrosamente, dejamos de pensar egoístamente y comenzamos a ceder el paso para salir del atorón.

Después de los minutos perdidos y los altos niveles de cortisol y adrenalina circulando todavía por mis arterias, respiré honda y atentamente, lo que me ayudó a calmar la mente y centrar mi reflexión en lo que podía aprender de esta experiencia en la que la palabra “atasco” resonaba con fuerza. 

En una de las acepciones, el diccionario de la RAE define la palabra atasco como “dificultad que retrasa la marcha del asunto.” A partir de esto es posible decir que hoy vivimos en un mundo atascado, a raíz de un sinnúmero de dificultades que impiden la construcción de una vida justa, digna y plena para todos los miembros de la humanidad.

Tanto quienes tienen el poder en este mundo, así como las y los individuos en particular, debemos entender que, si el mundo está así, es porque tomamos decisiones desde nuestros respectivos niveles de conciencia -las más de las veces inconciencia-, que nos tiene hoy así. ¿Cuántos de nosotros estamos atascados a causa de nuestros enredos emocionales, por estar atrapados en visiones ideológicas, por estar tan apegados a nuestros miedos, culpas y ruidos interiores? ¿Cuántos de nuestros atascos son causados por vivir distraídos o en modo de piloto automático en medio de la vorágine del trajinar diario? ¿Cómo salir de estas inercias personales que son fundamento de este mundo roto y atascado?  

La figura de san Ignacio de Loyola se puede convertir en un referente, pues fue alguien que enfrentó sus propias rupturas y atascos físicos, emocionales y espirituales, para resurgir como un hombre libre y auténtico, invitándonos a ver nuevas todas las cosas en Cristo. Para ello es importante recuperar las enseñanzas del fundador de la Compañía de Jesús, entre otras, el discernimiento, el silencio y la oración que nos abre a la dimensión contemplativa, así como el valor del estudio serio y profundo para entender la complejidad del mundo. Este Año Ignaciano es una gran “oportunidad de actualizar esa experiencia en nosotros, en nuestra relación con Dios, con los demás y con la Creación.”

El autor es académico del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara – padilla@iteso.mx

Ignatius 500 | 500 años de la espiritualidad ignaciana  

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1 comment

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Teresa Molina Estrella mayo 17, 2022 - 6:44 am

Para mí como religiosa marianita q estoy / estamos en pleno año jubilar para celebrar 150 años de fundacion del Instituto Santa Mariana de Jesús, me resulta muy mportante esta reflexión ignaciana: Retomemos el Discernimiento, el Silencio y la Oración. Dios nos dé su gracia.

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