Jesús se aparece a los suyos, les muestra las heridas de los clavos en manos y pies, come en su presencia para demostrarles no ser un «fantasma», sino un hombre vivo y real.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"