Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo.
Job se reprocha amargamente de haberse
atrevido a cuestionar nada menos que al Todopoderoso,
a quien sólo conocía «de oídas». Al fin ha comprendido, sin
embargo, que los designios divinos trascienden infinitamente
la comprensión humana. Posteriormente –y como fruto de
una gradual y progresiva revelación– él irá entendiendo que
los justos oprimidos y afligidos «esperaban confiadamente la
inmortalidad» (Sab 3, 4) y que, como nos lo dirá el Apóstol,
«los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la
gloria que un día se manifestará en nosotros» (Rom 8, 18)…