Dios hará justicia a sus elegidos que claman a él.
Para enseñar a los discípulos la
necesidad de orar siempre y sin desfallecer», Jesús les
propuso la parábola del juez corrupto y de la viuda suplicante.
Conclusión: si un juez tan inmoral –que no teme a Dios ni a los
hombres– acaba haciendo justicia a una pobre viuda, cuánto
más Dios, que es santo y justo, atenderá la oración insistente
de sus hijos. Hemos de orar sin desfallecer. Nuestros ruegos
han de brotar de una fe viva, siempre abandonados a la acción
transformadora del Espíritu Santo. Sólo la plegaria confiada y
perseverante nos conseguirá el favor de Dios.