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El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba
perdido.
En Jericó, y casi a punto
de culminar su larga ascensión a la ciudad santa de Jerusalén,
Jesús aprovecha el gesto inicial del publicano y acaudalado
Zaqueo –mezcla de curiosidad e insatisfacción por su estado
de vida– para consolidar una auténtica conversión. Ya en casa,
Zaqueo demuestra un drástico cambio de mentalidad y de
conducta. Su pequeña figura se agiganta gracias al amor, que
lo libera de su pasado injusto y de su egoísmo explotador. Por
eso Jesús se congratula con él al decirle: «Hoy ha llegado la
salvación a esta casa».