Juan era la lámpara que ardía y brillaba.
Del santo Evangelio según san Juan 5, 33-36
El evangelio se ocupa una vez más y, en
forma por demás laudatoria, de la desconcertante figura
del Bautista. Su tenaz testimonio sobre la identidad
mesiánica de Jesús es, en este contexto, un muy valioso
aval. Pero –además de esta palabra de Juan– Jesús tiene
otro argumento mayor: son, sobre todo, sus «obras» las
que lo acreditan como el «Enviado del Padre». Ellas son
el mejor testimonio de su divinidad y de su misión, como
han de ser también la prueba más fehaciente ante el
mundo de que sus discípulos están yendo realmente tras
sus huellas.