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Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz.
Jesús acaba de entrar triunfante en Jerusalén, pero pronto le
invade una amarga tristeza, pues sabe muy bien cuál será su
destino. Él llora sobre «su» ciudad, porque no supo reconocer
la presencia divina en su persona y en su mensaje. De esta
manera Jerusalén adquiere la categoría de “símbolo”, no sólo
del pueblo elegido, sino de toda persona y de toda comunidad
que rechace su llamada. A partir de esta «ciudad de la paz»
surgirá –vigoroso y confiado– el nuevo pueblo de Dios, que es
la Iglesia, casa y familia abierta a todas las naciones.