Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.
Respondiendo
a los que le avisaban de la presencia de su madre y de
sus parientes, Jesús define a quienes vendrán a ser parte
de su «familia», a partir de la nueva realidad inaugurada
con la llegada del Reino. Superando el parentesco
meramente natural, Cristo declara que los requisitos
exigidos son dos: escuchar la palabra de Dios y ponerla
en práctica. Y en ambas cosas un modelo acabado fue
María, la madre de Jesús, su primera y mejor discípula.
La reflexión de Cristo sobre este «nuevo parentesco» no
es un menosprecio hacia su madre, sino más bien una
implícita y muy preciada alabanza.