Señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y
mis hermanos.
La respuesta de Cristo a
su propia pregunta (Cfr. Mt 12, 48), relativiza los vínculos
familiares desde la perspectiva del Reino de Dios, que tiene
la primacía absoluta y cuyo eje central es la voluntad divina.
La comprometedora y “desconcertante” afirmación de Jesús no
minusvalora ni excluye a María, su madre, pues ella cumplió
siempre –y en forma sobresaliente– la voluntad divina. Ante la
opción por el Reino, el cristiano tendrá que experimentar, más
de una vez, el dolor de la renuncia a su familia e incluso la
incomprensión de la misma.