El que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
“Los primeros puestos nos atraen siempre, porque el éxito –según nuestros criterios– lleva aparejadas muchas ventajas. La propuesta de Jesús no es mera norma de urbanidad ni argucia mañosa para salir de todos modos ganando.
Ella es actitud humana y religiosa, que tiene que ver con el puesto en el banquete del Reino. Es el Señor quien humilla al soberbio y encumbra al humilde, como cantó María en su Magníficat (Cfr. Lc 1, 51-53). Saber vivir ubicados, caminando en verdad y sencillez como auténticos creyentes, es el llamado de Jesús, avalado con su ejemplo.”