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¿Quién es mi prójimo?
Con esta parábola Jesús responde al letrado que lo interroga, al
decirle que no hay límites para el mandamiento del amor. Es
importante destacar aquí la insistencia en dos verbos que han
de ir unidos y equiparados: «amar» y «vivir». No basta saber,
sino que es preciso actuar amando. Sólo el que ama a Dios y al
hermano vive de verdad. Sólo él es capaz de salir de sí mismo,
para ponerse en el lugar del que sufre, pasa necesidad o está
marginado. Por eso Cristo mismo es el «Buen Samaritano» que
ama y redime al hombre caído.