Los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios
que los que pertenecen a la luz.
Esta parábola tiene una
conclusión desconcertante, que puede dificultar su recta
interpretación. Jesús parece sumarse a la felicitación del amo
a su administrador fraudulento. Parece hasta llegar a elogiarlo
por las indebidas “rebajas” hechas a los acreedores e incluso lo
pone de ejemplo para los «hijos de la luz». La lección de fondo
es muy clara: en el empeño por conseguir la meta definitiva
del Reino, hemos de imitar y –de ser posible aun superar– la
dedicación y la sagacidad que, en sus negocios terrenales,
ponen los «hijos de este mundo».