Todos los odiarán a ustedes por causa mía. Sin embargo, ni un
cabello de su cabeza perecerá.
Jesús vuelve a presentar la «persecución» como
ineludible anticipo de la plena manifestación del Reino, frente
a un entorno normalmente adverso. Sus discípulos no han de
pretender esquivarla porque Él –y la oportuna asistencia de
su Santo Espíritu– estarán siempre con ellos, aun si han de
enfrentarse a los miembros de su propia familia. Pero nada
les sucederá sin que el Padre del cielo lo disponga todo para
su bien. La perseverancia y un optimismo tenaz, han de
acompañar a quienes desean transitar por la senda estrecha y
gloriosa de las «bienaventuranzas».