En cierta ocasión, al ver la fe de una cananea, Jesús la elogia diciendo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”.
Para relacionarnos con Jesús es indispensable la plenitud de la fe. Solo en la fe y por la fe nos relacionamos con Él.
La fe no es un título, sino una experiencia de conocimiento, de contacto y de relación con Jesús.
Ésta es la fe que vale, que nos salva, la que nos hace reconocerlo como verdadero Dios y verdadero hombre, y por esta fe tenemos una relación permanente con Él.
La importancia de la fe es que sea una experiencia de vida. Aunque no haya una pertenencia a los hijos de Dios por el Bautismo, lo que importa es si se cree en el poder de Dios. Por lo tanto, no debemos tener miedo de insistir, dialogar, postrarnos y aceptar con humildad los argumentos que el Señor nos ponga, aunque pensemos que no nos benefician, pero de todos modos hay que insistir delante de Dios.
Si nos preciamos de ser discípulos de Jesús es importante que revisemos nuestra fe, qué tipo de fe tenemos en Él como salvador.
Es por demás decir: “Tengo fe porque me bautizaron como cristiano, mis padres lo hicieron, y por eso tengo fe”, porque esto no es suficiente.
La fe es una experiencia de bondad personal, de diálogo permanente con Dios, de reconocimiento humilde, de petición perseverante y constante, de absoluta convicción de que Jesús tiene el poder, es el salvador, es el Hijo de Dios hecho hombre, fruto de una experiencia de contacto permanente con Él. Jesús nos enseña que está absolutamente abierto a quien se acerca a Él con fe.
Podemos decir: “Yo soy católico, voy a Misa; entonces, ¿por qué veo que otros que no creen en lo que nosotros creemos, que ni siquiera practican, reciben muchos favores?”. La respuesta es que Dios es para todos; su amor y misericordia es para todos, para todas las razas, para todas las lenguas, para todas las culturas.
Es suficiente con que se le reconozca, se le acepte y se mantenga una persona de fe con Él.
Nos debemos preguntar qué tipo de fe tenemos en el momento de relacionarnos con Jesús, qué tipo de fe nos mueve para comunicarnos con Dios.
¿Es una fe de trámite, de emergencia, como cuando tenemos un ser querido enfermo que queremos que se cure, y saco mi credencial de bautizado? Pero si nunca dialogo con Jesús, no me comprometo con Él, nunca me preocupa leer su Palabra, pero eso sí, tengo una necesidad y me sale la fe para que me haga el favor; y ¡cuidado si no nos lo hace!, porque me voy a enojar.
La fe como la de la mujer cananea es una enseñanza para todo cristiano en el sentido de experiencia, de relación, de comunión, de permanente comunicación, de humilde actitud con Jesús.
La Misa es una experiencia de fe, es un encuentro de fe, y me debo cuestionar sobre qué tipo de fe me mueve para participar en la Eucaristía y cómo expreso mi fe delante de Jesús.
Revisémonos y con humildad pidamos la gracia de crecer más en nuestra fe en Jesucristo.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.