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Pbro. José Marcos Castellón Pérez

La pandemia del coronavirus ha cambiado el mundo y ha hecho que surgiera una nueva generación “sobreviviente” al COVID, generación “confinada”, que de alguna manera está afianzando la cultura del “post”: pospandemia, posmoderna, posindustrial, incluso se habla de poscristiana. Se han agudizado las características de la llamada generación millennials, los que han sido mayormente afectados, cuya cultura se puede llamar transracional, generación transparente, hipertextual y resiliente, hiperconectada, multimodal y cooperativa, tecnodependiente, indignada e inmanentista. Una generación que, como en todos los tiempos, necesita urgentemente de la alegría del Evangelio.

Transracional no quiere decir que sea una cultura irracional, sino que va más allá de lo racional porque se mueve indistinta y caóticamente de las ideas a las emociones, de las opiniones a los valores, de los proyectos a los sentimientos, de la creatividad a la percepción, del dogma al absurdo. Muchos jóvenes piensan con los sentimientos, son positivos y propositivos, críticos y apáticos, sociales e individualistas, comunicativos sin rigor, empáticos y mágicos.

Por ello, resulta urgente generar en nosotros una inteligencia múltiple: espiritual, lingüística, cinestésico-corporal, visual-espacial, interpersonal y comunitaria, intrapersonal e integral, musical, existencial, sin descuidar el razonamiento lógico.

Se exige ser íntegro, pues hay credibilidad cuando se es transparente, sin trampas ni doblez, cuando no se oculta algo ni se busca manipular para conseguir un beneficio institucional. Como el Papa Francisco, la gente prefiere una Iglesia herida, golpeada e incluso con el riesgo por colocarse del lado de los caídos, pero sincera y transparente.

Se prefiere una Iglesia humilde a una Iglesia hipócrita que busca esconder los pecados de sus miembros para no perder su falsa imagen en la sociedad.

La gente, sobre todo joven, ya está harta de predicadores y sermones vacíos, porque no se cumple lo que se dice; las personas están cansadas de una ortodoxia doctrinal alejada de la ortopraxis de la caridad.

San Pablo VI decía que el mundo actual necesita más testigos que maestros, porque son más convincentes los aprendices del amor misericordioso que los catedráticos de las meras doctrinas. Hoy se sospecha de mentirosos y manipuladores a los que se esfuerzan en convencer con argumentos metafísicos fríos sin vida testimonial. Por eso se debe resaltar lo testimonial, lo visual, lo sensible, lo sacramental ya que se ha transitado del sentido de la escucha al de la vista, de la mente abstracta al estilo estético, de la letra escrita al pixel visual, de la idea a la vida.

Como agentes de pastoral debemos promover entre nosotros una mente alerta, con una gran apertura para lograr tener una visión panorámica en el horizonte de la historia.

El mensaje pastoral debe ser “hipertextual” y resiliente, capaz de superar un razonamiento unilateral y/o unidereccional para buscar soluciones reales a los graves problemas reales que nos ha dejado la pandemia, más enfocados a la comunicación en el lenguaje metafórico que el abstracto, que evoque y provoque a la reflexión vital y al compromiso social transformador, que resulta, en última instancia, el relato más convincente.

@arquimedios_gdl

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