Sergio Padilla Moreno
Estimada Marianel, ya han pasado varios días desde tu partida, pero en mi mente y corazón resuena todavía el aviso que tu amiga Yane me mandó momentos después de tu muerte: “Hola Profe. Sé que Marianel fue una muy buena alumna en su clase y lamentablemente el día de hoy perdió la vida, póngala en sus oraciones.” No lo podía creer. En mi mente se agolparon los recuerdos de las clases de la materia de Ética en la empresa que tomaste conmigo en el ITESO, durante el periodo de otoño de 2020. Recuerdo con mucha gratitud que siempre tenías prendida la cámara de tu computadora, pues toda esa clase fue impartida a través de videoconferencia. Y también abrí mi cuenta de Instagram para recordar que el pasado 26 de agosto te felicité por el día de tu cumpleaños número 23.

Ya han pasado varios días desde el 8 de noviembre, día que trascendiste al encuentro con Dios, y se han dado muchos movimientos en mi corazón y en mi mente para discernir lo que me deja tu vida y tu muerte. Paradójicamente, una de las lecciones más profundas sobre la vida nos la da precisamente la muerte. Y es que cuando la “hermana muerte” -tal como le decía San Francisco de Asís– envuelve con su manto a alguien cercano, ya sea querido o simplemente conocido, nos recuerda que algún día nos iremos con ella para trascender y recibir el abrazo misericordioso de Dios.
Tu partida nos llama a vivir
Te comparto que la pregunta que más ha resonado en mí desde tu partida es cómo quiero vivir cada día. Al hacerme esta pregunta, recordaba lo dicho por Jesús de Nazaret cuando él quería que viviéramos en plenitud (Cfr. Juan 10, 10). La otra moción es que no tenga miedo a la muerte, pues como bien dice Elisabeth Kübler-Ross: “Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino que detienen a la vida.”
Por lo que pude ver en tus reflexiones y trabajos en mi clase, además por los testimonios de varios de tus profes como Itzelín, Sofo, Silvano y Héctor, así como lo que han escrito varias de tus amigas a manera póstuma, constato que fuiste una joven que supo vivir con plenitud. Seguramente tuviste tus sombras, pero quienes fueron testigos de ellas saben que las supiste iluminar con las muchas luces que emanaban de lo más profundo de ti. Hago mías las palabras de tu amiga Fernanda: “Te llevas parte de mi alma, pero me dejas con la gratitud de haberte conocido”.
Luz y paz

Uno de los momentos más emotivos para mí durante tu Misa de cuerpo presente, fue cuando en el momento de la comunión el grupo musical que tocó en la Eucaristía interpretó una de mis obras favoritas de todo el repertorio musical: el Ave Verum de W.A. Mozart. Te confieso que cuando comencé a escuchar las primeras notas de esa obra sentí, hondamente, la infinita Paz y Luz que te envuelven en el eterno presente en el que ahora estás con Dios. ¡Gracias Marianel!
Marianel Güitrón (1998-2021)
El autor es académico del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara – padilla@iteso.mx