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Desarrollo Espiritual,

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo C, 04 de Agosto de 2019.

EVITEN TODA CLASE DE AVARICIA

¿Cómo uso mis bienes materiales para ganar los del cielo?

Pbro. Sergio Arturo Gómez M. / Pbro. J. Jesús Suárez Arellano

¿QUÉ NOS DICE DIOS EN ESTE DOMINGO?

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23: Cohélet nos hace reflexionar que las posesiones materiales, los trabajos y esfuerzos humanos no garantizan la felicidad… Es duro descubrir las vanas ilusiones que nos hacemos en la vida…

Salmo 89: Nuestra vida pasará muy rápido, por eso, hemos de ser sensatos acogiéndonos a la misericordia y bondad de Dios, así Él hará prósperas las obras de nuestras manos…

‘¡Insensato! Esta misma noche
vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’

Colosenses 3, 1-5. 9-11: San Pablo nos invita a orientar nuestras vidas poniendo el corazón en las cosas del cielo y no en las mundanas… Por eso hemos de destruir la lujuria e impureza, poner frenos a las pasiones desordenadas y los malos deseos y hemos de evitar la avaricia que es una idolatría… También debemos renovarnos sin cesar a imagen del Creador buscando un conocimiento cada vez más profundo  y superando con Cristo las fronteras de raza, religión, cultura y condición social…

Lucas 12, 13-21: Jesús nos recomienda evitar toda avaricia de bienes materiales ya que la vida y la felicidad no dependen de la acumulación egoísta de riquezas, sino de hacernos – sensatamente –   ricos a los ojos de Dios…

REFLEXIONEMOS JUNTOS:

Las lecturas de hoy nos invitan a aprovechar nuestra vida para ir creciendo, aprendiendo el recto uso de nuestros bienes materiales y esforzándonos para hacernos ricos a los ojos de Dios y ganar la salvación eterna… ¿Qué bienes materiales y espirituales poseo y cómo los uso?

Todos nuestros esfuerzos, conquistas y fatigas son “vana ilusión”

Cohélet, como es costumbre en el libro del Eclesiastés, demuele (con ironía) algunas de nuestras creencias afirmando que todos nuestros esfuerzos, conquistas y fatigas son “vana ilusión”Este mensaje no es para que caigamos en el pesimismo, sino para que hagamos que esta vida valga la pena viviéndola cómo y para lo que Dios quiere… ¿Estoy satisfecho de mis logros personales? ¿A quién beneficiarán mis conquistas intelectuales y económicas?

El salmista sabe que su vida pasa muy rápido y que lo único que le da sentido y prosperidad a sus obras son la sabiduría, la bondad y la misericordia que vienen de Dios… ¿Pongo mi vida y acciones bajo la guía de Dios?

San Pablo nos invita también a orientar nuestras vidas hacia el cielo.  Eso no significa que nos desentendamos de nuestras responsabilidades o de las realidades de este mundo, al contrario, nos insta a empeñarnos en un proceso de superar antiguos vicios y pecados para renovarnos sin cesar a imagen de Dios y buscando un conocimiento cada vez más profundo… Entre los obstáculos que debemos superar se encuentra la idolatría de la avaricia… ¿Hacia dónde oriento mis esfuerzos y recursos personales? ¿Qué cosas me frenan mi desarrollo según Dios?

Jesús, aunque parece hacer eco de algunas palabras de la primera lectura, no condena las riquezas en sí mismas, sino que nos previene para que no caigamos en la insensatez de la avaricia ni del egoísmo… ¿Los bienes materiales me dan “seguridad”? ¿Pienso que lo que poseo es sólo para mí o estoy dispuesto a compartir?

Las lecturas de hoy nos plantean, entre otras cosas, algunas preguntas. Te proponemos que te detengas y procures reflexionar y encontrar algunas respuestas: ¿Hago mal si me esfuerzo en conseguir una mejoría económica para mí y mi familia? ¿Cómo me relaciono con los bienes materiales? ¿Cómo puedo liberarme de la avaricia y cultivar la generosidad? ¿Confío sólo en mis esfuerzos o también confío en Dios? ¿Cómo puedo encontrar un equilibrio entre la atención que debo prestar a los bienes materiales para que no me distraigan de los del cielo? ¿Cómo puedo evitar la alienación de estar siempre en las “nubes espirituales” y desentenderme de mis obligaciones terrenas?

En un primer acercamiento pudiéramos pensar que, aunque es verdad que en el mundo, por un lado, hay mucha gente pasando necesidades y que hasta muere de hambre y, en el otro extremo, hay algunos que desperdician recursos en lo más superfluo y enferman por obesidad, la mayoría de nosotros estamos en el medio, luchamos por conseguir la economía necesaria para poder vivir con dignidad y compartirla con nuestra familia y con algunas personas cercanos… Pero, detengámonos un poco… ¿Será que no podemos hacernos más conscientes y más responsables del recto uso de nuestros bienes? ¿Realmente somos avaros o generosos? ¿Somos insensatos o administramos nuestros bienes materiales y económicos de tal forma que nos estamos haciendo ricos a los ojos de Dios? ¿Las apreturas económicas del mundo de hoy nos hacen distraernos de lo espiritual? Cuando no podemos resolver los desafíos económicos, ¿nos angustiamos de tal manera que no podemos poner nuestro corazón en los procesos espirituales? ’

Lo importante es con quién compartimos

Además de las cosas materiales que acumulamos y del dinero existen otras “cosas” valiosas en nuestras vidas… ¿Qué es lo más valioso en mi vida? ¿Cómo cuido, cultivo y comparto estas “cosas” que no son cosas? ¿Con quién comparto estos valores?

Algunas veces nos descubrimos a nosotros mismos desgastándonos entre deseos sensibles, avaricia y caprichos fugaces… Pero algunas otras también descubrimos en nuestro interior sueños de libertad espiritual y de vivir el Reino, ansias de eternidad y ganas de donarse a quienes más necesitan de nuestra presencia y cualidades… ¿Cómo puedo asegurarme de mantenerme en un proceso de crecimiento que va desde este mundo material hasta el cielo?

PARA ESTA SEMANA TE PROPONEMOS ALGUNOS EJERCICIOS:

1.     Haz un inventario de tus propiedades materiales…

Realiza también un cálculo de tus ingresos económicos mensuales…

Y pregúntate: Dado que esta vida es pasajera y que mi verdadero tesoro estará en el cielo, ¿Cómo debo distribuir mi dinero en esta vida? Calcula porcentajes:

–       ¿Qué porcentaje separo para diezmo, caridad y acción social?

–       ¿Qué porcentaje separo para mantenimiento y/o renta de mi vivienda?

–       ¿Qué porcentaje separo para comer?

–       ¿Qué porcentaje separo para gastos personales?

–       ¿Qué porcentaje separo para ahorrar para mi futuro y el de mi familia?

–       ¿Qué porcentaje separo para pagos de agua, gas, teléfono, internet, etc.?

–       ¿Qué porcentaje separo para transportación?

–       ¿Qué porcentaje separo para salud?

–       ¿Qué porcentaje separo para ropa?

–       ¿Qué porcentaje separo para entrenamiento, ocio, TV vía satélite y vacaciones?

–       ¿Qué porcentaje separo para manejo de deudas?

–       ¿Qué porcentaje separo para formación permanente: cursos, seminarios, talleres, etc.?

–       ¿Qué porcentaje separo para gastos varios e imprevistos?

Revisa y haz los ajustes necesarios hasta que estés satisfecho… Si eres jefe de familia o tienes dependientes, deberás hacer más cálculos…

Ten en cuenta que ni la juventud, ni la salud, ni la vida duran para siempre…

También considera que planear tu futuro (incluso tu funeral) es una obra de caridad…

¿De qué te das cuenta? ¿Qué prioridades debes establecer?

Ni la juventud, ni la salud, ni la vida duran para siempre…

2.     Ahora haz un inventario de las “riquezas” que tienes a los ojos de Dios:

–       Cualidades espirituales que has desarrollado,

–       Lo mundano que has superado,

–       Lo que has conseguido al irte renovando a imagen de Dios,

–       Las fronteras humanas que has superado…

¿De qué te das cuenta? ¿A qué debes dedicar más tiempo y energía?

3.     Durante esta semana, en tu oración, pide a Dios que abra tus ojos y tus oídos para descubrir las necesidades de los demás y que puedas abrir tu mente, tu corazón y tus “graneros” para compartir tus bienes con quien más te necesite…

(Si esta ficha te ayuda, compártela)

Esta ficha, así como las de los domingos anteriores, la puedes encontrar en arquimediosgdl.org.mx, pestaña de “cultura y formación” y “desarrollo espiritual”.

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