Esta celebración la hemos comenzado fuera, inmersos en la oscuridad de la noche y en el frío que la acompaña… Todavía sentimos el peso del silencio ante la muerte del Señor, un silencio en el que cada uno de nosotros puede reconocerse.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"