Editorial
La detención de siete mujeres el anterior fin de semana, en Guadalajara, nos da pie para seguir tratando este asunto de su reconocimiento y el respeto para ellas que esto obliga.
El motivo de su expresión era que no se había realizado la primera audiencia para defender a una niña, Camila, que fue violentada por sus compañeros en una escuela de Zapopan.
Por supuesto que no aprobamos los desmanes que ocasionaron, ni a las personas que pusieron en riesgo -y que nada tenían que ver en el asunto-, ni la violencia con la que se manifestaron, pero mientras no se atiendan sus demandas, cuando sean justas, se seguirán presentando este tipo de enfrentamientos que, por otra parte, son caldo de cultivo para quienes sí les interesa crear conflicto, sacar ventaja, etc., por los motivos que sean, pero ciertamente ninguno que podamos considerar positivo o de provecho para la sociedad.
Si la respuesta de las autoridades, como en este caso, fue el silencio, se deja un espacio abierto a la confrontación. En la semana, posteriormente al hecho, el gobernador Enrique Alfaro descalificó la actuación violenta de las manifestantes, evidente, pero su respuesta vino días después, luego de pasados los hechos. ¿Por qué no responder desde el principio cómo iban las cosas?
Si se había hecho algo al respecto, decir qué se había hecho, y si no se había procedido, señalar también por qué no se había juzgado legal la procedencia, pero no quedarse callados. Y que, por otra parte, suspender de sus actividades a tres personas de la escuela referida, aparentemente vinculadas a los hechos, parece demasiado poco ante un hecho tan grave como lo sucedido.
Es, precisamente, por esta falta de claridad de la que algunas mujeres o no, se aprovechan para hacer desorden.
Pero que tienen, por desgracia, un hecho concreto al que no se ha dado respuesta. Este asunto particular es expresión de otros tantos temas que quedan en el limbo de las resoluciones que se refieren a las mujeres que, como hemos dicho, irónicamente, entre más protestan, más sube el índice de agresiones en su contra.
Para nosotros los creyentes, la referencia sobre el trato y el juicio para este sector que complementa la vida cotidiana y sin el cual no podemos vivir, como son las mujeres, lo tenemos en Jesús. Él trató muchas mujeres y otras tantas lo seguían, y algunas de manera permanente, refiere con claridad el Evangelio en diferentes momentos. Y para nosotros, la actuación del Maestro es nuestro paradigma en este tema.
Buena parte de las personas que lo rodeaban eran mujeres, en una sociedad en la que estaban expuestas a vivir en inferioridad. Pero, ¿cómo las ve el Señor?, y ellas, ¿qué encontraban en Él?
Jesús las veía con una actitud diferente. Nunca escucharon de Él, como escribe el P. José Antonio Pagola, expresiones despectivas. Solo respeto, compasión y una simpatía desconocida. En esta línea es en donde se debería, decimos nosotros, manejar la actuación de las mujeres y lo que le da sentido, claridad e identificación de sus derechos. No otras cosas. Esto todavía no agota, por supuesto, la relación de Jesús con ellas.