Sergio Padilla Moreno
En la grandiosa ópera Turandot de Giacomo Puccini, el príncipe Calaf acepta el reto de tener que adivinar tres enigmas o acertijos que la fría princesa, cuyo nombre le da título a la obra, le propondrá. Si adivina los tres, se casará con ella; si no los resuelve, terminará decapitado. Es de suponer que la colección de cabezas que llevaba recolectadas la misándrica mujer era bastante alta. El primer acertijo es enunciado así por Turandot: “En la noche sombría vuela un fantasma iridiscente. Se eleva y despliega las alas sobre la negra e infinita humanidad. Todo el mundo lo invoca y todo el mundo lo implora, pero el fantasma desaparece con la aurora para renacer en el corazón. ¡Y cada noche nace, y cada día muere!”. Después de unos instantes de tensión, el príncipe Calaf responde: “¡la esperanza!”, a lo que Turandot, enojada, responde: “¡La esperanza que defrauda siempre!”
Hoy parece que el espíritu de Turandot se cierne sobre nosotros y muchos dirían que, en efecto, la esperanza defrauda siempre. Ante los tremendos problemas que enfrentamos como país y como mundo entero, parece que no hay mucho lugar para la esperanza. En su libro “Invitación a la esperanza” del teólogo vasco José Arregi (Herder) parte de reconocer que las cosas no están nada bien: “Un mundo construido sobre viejos pilares milenarios que se resquebraja: un mundo patriarcal y violento; un mundo desgarrado por el dominio de los seres humanos sobre el resto de los seres; un mundo, sagrado y profano, escindido entre sujeto y objeto, espíritu y materia, ser humano y tierra, ciencia y misterio, secularidad y religión; un mundo atrozmente dividido entre explotadores y explotados, conquistadores y conquistados, opulentos y hambrientos; un mundo arrastrado por la codicia inconsciente de algunos hasta el borde mismo del abismo común. Este modelo de vida es insostenible para la tierra y para la vida que ella gusta profusa, creativa y pacientemente desde hace 3,500 millones de años.”
Partiendo de esta realidad, Arregi nos reta: “Otro mundo es necesario y posible. Es necesario, sin duda, pero ¿es posible? Solo lo será si lo soñamos. Y si no lo soñamos dormidos, sino despiertos, como una utopía, con los ojos fijos en el horizonte. Y si no lo miramos solo como utopía lejana, sino que lo hacemos presente como esperanza en cada paso y en cada gesto, en nuestra manera de respirar y de caminar, de relacionarnos y de organizarnos. La esperanza reaviva la raíz del pasado. La esperanza activa el potencial del futuro […] Cuidemos la esperanza, el sueño despierto del Espíritu en nosotros.” Sin duda que hoy es urgente y necesario que creamos y cuidemos la esperanza para seguir proclamando, a pesar de todo, que el mundo es un lugar maravilloso para vivir.
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