José de Jesús Vázquez Hernández
San Ignacio Cerro Gordo, como algunos pueblos, nació como hacienda el 3 de febrero de 1697, desde su primer beneficiado a través de una Real Merced a favor del capitán Pedro Albarrán Carrillo comenzó a poner los cimientos de lo que años después se convertiría en una próspera población convertida desde el 2003 en el municipio 125 del Estado de Jalisco.
A partir de esa fecha los dueños de la Hacienda de San Ignacio, conocida también como Hacienda de la Trasquila, sería propiedad de varios linajes de familias que fueron entroncando con la familia del capitán, como la describe el san ignaciense Pablo Martínez Hernández, quien en su libro Al filo del silencio (2006: 77-79), hace una relación de los siguientes propietarios.
El autor nos ilustra sobre el linaje de las familias que sucesivamente fueron desempeñándose como dueñas de la hacienda, en primer lugar el linaje de la Familia Albarrán Castellanos; posteriormente serían los linajes de la Familia González de Castañeda; vendría después la Familia y linaje de González Vela; la Familia y linaje de González Basauri.
Le sucederían los linajes de la Familia Castañeda Navarro; Macías Castañeda; Macías Navarro y finalmente el linaje de la Familia Guarro Macías, y sobre este tema termina diciendo que don Jesús Guarro fue el último hacendado de San Ignacio Cerro Gordo, aunque no todos los propietarios radicaron definitivamente en el lugar, no obstante lo visitaban temporalmente.
Cada dueño en su momento le fue agregando algún valor, otros no le dieron la importancia debida y la fueron desmembrando por razones de herencia o bien, con base en los dispositivos de la Ley Agraria a través de los solicitantes de dotación de tierras ejidales, que finalmente empujó a sus últimos dueños a negociar con los solicitantes.
Los señores de la Hacienda en el transcurso de los años fueron facilitando algunos terrenos de su propiedad a varios de sus trabajadores y vecinos, quienes construyeron allí sus hogares, sin tener el título de propiedad, por lo que al temer los patronos ser afectados, les prometieron a los interesados escriturarles sus terrenos y donarles varios lotes más con tal de que se desistieran de su solicitud de tierras ejidales.
Esta proposición fue considerada por los vecinos de San Ignacio positiva y se desistieron de su solicitud en su momento a cambio de que les escrituraran sus terrenos y les proporcionaran varios más, si bien, con el tiempo, no solamente lograron dicha escrituración, sino también el beneficio de ser dotados de tierras ejidales convirtiéndose este ejido en el único existente en la región alteña.
Con estos acuerdos y afectaciones la Hacienda de San Ignacio, o bien de la Trasquila, se fue transformando en la población que ahora es, gracias a sus dueños y a la gente emprendedora del solar que con la colaboración de los sacerdotes designados se fueron asentando principios sólidos que ahora lo mantienen como uno de los municipios progresistas de la región.