
Este domingo cayó el bastión político y electoral más importante del PRI: El Estado de México.
LUIS SÁNCHEZ
El Estado de México, después de 94 años, por primera vez será gobernado por un partido diferente al Revolucionario Institucional, tras la victoria de la candidata de Morena, Delfina Gómez, quien de acuerdo con los datos preliminares del Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvo en total entre el 52% y el 54% de los votos, mientras que Alejandra Del Moral, de la alianza Va X México (PRI-PAN-PRD), entre 43% y 45%. Sin embargo, esta victoria a pesar de lo fulminante que pareciera, no es más que simbólica, ya que el PRI no ha muerto. Si bien, su maquinaria electoral no es la misma que hace 10 años, su voto duro aún se sigue sosteniendo, y para muestra los resultados electorales que obtuvo en Coahuila, donde el candidato de la alianza del PRI, PAN y PRD venció con el 56,5% de los votos al candidato de Morena, Armando Guadiana, quien apenas logró el 21,4%.
Con estos resultados, el PRI logra retener 2 de los 32 estados que tiene el país, un duro revés al partido que en su momento fue el hegemónico, ya que en 2015 gobernaba prácticamente 20 estados, y en menos de una década quedaron reducidos a un 20%. A pesar de esto, el PRI sabe que aún tiene vida y está haciendo hasta lo imposible por continuar en la carrera electoral a través de la alianza con quienes en su momento fueron sus archienemigos (PAN y PRD). El priismo sabe que aunque su poder no es el mismo, aún conserva una fuerza capaz de movilizar personas y que esos votos tienen un valor considerable, no solamente en las urnas, sino también en los congresos locales, y próximamente en el Congreso de la Unión; votos que son indispensables para la aprobación de reformas y proyectos de ley, que serán columna vertebral en la próxima administración (independientemente quién sea candidato y quién gane la elección).
A un año de los comicios electorales del 2024, la mesa ya está puesta, aunque quedan aún muchas incógnitas en cuanto a quienes serán los nombres que aparecerán en la boleta y si algunas alianzas se mantienen o se forman nuevas, poniendo como eje el pragmatismo y (como ya lo han hecho), dejando de lado los valores políticos y sociales que los partidos políticos dicen defender. Por una parte, los partidos de oposición siguen sin tener un o una candidata fuerte, que pueda hacerle frente a alguna de las “corcholatas” que darán continuidad al proyecto de nación de López Obrador; por el otro, cómodamente (a pesar de los actos de corrupción, mal gobierno y la imparable violencia que se vive en el país), el partido oficialista, parece que nuevamente se afianzará con la victoria a nivel nacional y quizá hasta logre refrendar algunos de los 21 estados que actualmente gobierna.
En los próximos 365 días seremos testigos de una dura batalla, primero a nivel interno en los partidos y posteriormente, a través de interminable propaganda en todos los canales de comunicación, para elegir a quienes nos gobernarán durante los próximos 6 años; aún hay tiempo de pensar bien nuestro voto y, sobre todo, de exigir a las y los candidatos que pongan en sus propuestas las prioridades que tiene México, ya estuvo bueno de narrativas transformadoras y de cambio, que solamente nos han traído más pesar en este país.
Requerimos un cambio real en la conciencia de quienes buscan gobernar, pero sobre todo, de quienes somos los gobernados y que vivimos todos los días, las necesidades reales de un país que sangra constantemente y cuyo dolor no se sanará con placebos ni cuidados paliativos.
Nos leemos la siguiente semana y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.