El sueño del que debemos despertar está constituido por la indiferencia, por la vanidad, por la incapacidad de instaurar relaciones genuinamente humanas, de hacerse cargo del hermano solo, abandonado o enfermo…
Papa Francisco
Fernando Díaz de Sandi Mora
Más que cuatro velas que se encienden semanalmente, el colguije de esferas, la selección del árbol, y el ir y venir entre tienda y tienda para la adquisición de los presentes navideños, este tiempo supone reflexión profunda, honesta y objetiva sobre el desarrollo de la vida cotidiana, el análisis de las conductas y comportamientos que hemos desarrollado a lo largo de un año en sus últimas semanas, y la visión sincera de aquellas cosas que bien podemos mejorar para una vida más digna o para ser más dignos en nuestra vida.
Las condiciones sociales, las ideologías y tendencias modernas, muchas de ellas en contra de la propia naturaleza humana y la vida misma, nos distraen de lo verdaderamente importante y valioso en las relaciones: el respeto, la tolerancia, el servicio y el amor por lo que somos. Esta deshumanización que enfrentamos al interior de los hogares en donde cada vez más la identidad familiar se diluye en las propuestas contemporáneas que no han hecho otra cosa que provocar confusión y desunión, va enfriando el verdadero espíritu de las fiestas de la navidad, olvidando casi por completo el motivo, la razón por la cual se celebra esta época de luz y esperanza.
Nuestra atención, nuestras charlas y conversaciones habituales están centradas en el dinero, la inseguridad, las pifias constantes de un gobierno que cada vez da más lástima y cada vez lastima más a su pueblo; las garras del narcotráfico que llenan de terror y miedo, la intolerancia y los juicios severos que como católicos hacemos de manera casi inquisitoria a otras personas, la incomunicación entre padres e hijos, son caldo de cultivo para detonar esta miseria humana que cada vez más nos hunde, nos invade y nos impide mirar la luz delante del camino, creando caos y desesperanza.
Este es el tiempo perfecto para recuperar la memoria humana, reencontrarnos con esa esencia original de amor y hermandad que nos permite compartir el mundo y sus riquezas, nuestros dones y talentos, la vida misma en este tiempo y espacio.
No hay mejor manera de vivir este tiempo (y cualquier otro) que reconciliados con el ser que somos, con el otro que nos sale al camino y con la armonía y solidaridad del universo.
Creo que es urgente vigilarnos, abrir bien los ojos para visualizar nuestra realidad personal y observar nuestras conductas, reconocer los cambios y ajustes que nos corresponde realizar para funcionar mejor como personas, facilitar y armonizar nuestras relaciones y comprometernos más con el ser humano, en particular con aquellos que no la están pasando bien.
¡Despierta ya…! Basta ya de hacerte el dormido. Llegó la hora de servir.
Facebook/Fernando D´Sandi