La paz se siembra en el corazón…
Si no tenemos paz en el corazón, ¿Cómo pensamos que habrá paz en el mundo?
Papa Francisco (Sta. Martha, Enero, 2020)
Fernando Díaz de Sandi Mora
Estamos viviendo un inicio de año con matices caóticos, violencia al por mayor, catástrofes ambientales, tragedias de alto impacto que provocan incertidumbre, desesperanza y miedo.
Todo mundo quiere la paz, pero pocos hacen por ella en el mundo. Desde que Dios amanece, millones de corazones despiertan invadidos de ansiedad, personas estresadas, gente sin tiempo, ermitaños de pantalla sumergidos en un mundo de información en su mayoría inútil, incluso nociva, contaminante para el espíritu del ser humano moderno. A los primeros rayos de luz, los gritos en casa comienzan a opacar el canto de las aves; el amanecer es ignorado, y el reloj comienza su loca carrera moviendo intempestivamente y sin descanso a todo el mundo. Un ir y venir de autos, de asuntos, de deudas, pendientes y situaciones por resolver, mientras las personas que dicen amarse apenas se miran, se acercan o se tocan. No hay tiempo para eso.
Los noticieros comienzan a devorar las minucias de serenidad que almacenamos en el alma cuando irrumpen con toda suerte de relatos dantescos, grotescos, casi apocalípticos. La angustia invade el corazón de padres y madres de familia que ven salir a sus hijos a un mundo que amenaza con no permitir un tranquilo retorno a casa. Las voces se elevan, los ánimos se calientan en medio del impensable tráfico, las carteras tiemblan.
¡Queremos paz!
Pero, si en verdad la deseamos tanto, ¿Por qué no comenzamos a sembrarla en nosotros mismos? Hasta donde sé, no se produce, no se fabrica, no se vende en ninguna parte. Es una forma de estar en la vida, de relacionarse, de moverse con todo el respeto, el amor, la tolerancia que implica ser pacífico, sembrador de paz.
¿Cómo pedimos paz, si nos permitimos mirar embobados por horas la televisión, con una programación saturada de narcoseries o narconovelas? ¿Cómo pretendemos exigir paz en el mundo si al interior de tu hogar se vive a gritos, “de la greña”, sin respeto? ¿Cómo esperar la paz cuando el hogar está abandonado por padres que trabajan sin tregua para dar lo “necesario” a los hijos? ¿Cómo pensar en vivir en paz si hasta los que somos creyentes vivimos juzgando, criticando y vociferando a todo el mundo?
Dicen por ahí que “la cuchara saca lo que tiene la olla”, y este mundo en que vivimos, esta carencia absurda de paz y armonía es producto de nuestra apatía, de nuestro egoísmo y nuestra deshumanización.
Si queremos paz, debemos sembrarla en el interior, dejar de lado todo pensamiento, persona, acción o situación que nos aparte de ello; modificar nuestras actitudes, reconocernos como una oportunidad de servicio y no como una ocasión ventajosa.
Vamos todos haciendo la paz.
Dicen por ahí que “la cuchara saca lo que tiene la olla”, y este mundo en que vivimos, esta carencia absurda de paz y armonía es producto de nuestra apatía, de nuestro egoísmo y nuestra deshumanización.
Facebook/Fernando D´Sandi.