Conocimos el examen al que sometieron algunos Cardenales sobre cuestiones doctrinales que afectan la tarea de la Iglesia.
LOS CUESTIONAMIENTOS
¿Es posible que la Iglesia enseñe hoy doctrinas contrarias a las que ha enseñado anteriormente en materia de fe y de moral, ya sea por el Papa, ya sea en las definiciones de un Concilio Ecuménico, ya sea en el magisterio universal ordinario de los Obispos dispersos por el mundo?
¿Es posible que en algunas circunstancias un pastor pueda bendecir uniones entre personas homosexuales, sugiriendo así que el comportamiento homosexual como tal no sería contrario a la ley de Dios y al camino de la persona hacia Dios?
El Sínodo de los Obispos que se celebra en Roma, y que incluye sólo una escogida representación de pastores y fieles, ¿ejercerá, en las cuestiones doctrinales o pastorales sobre las que deberá expresarse exclusivamente el Romano Pontífice y el Colegio de los Obispos?
¿Podría la Iglesia tener la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres?
¿Puede recibir válidamente la absolución sacramental un penitente que, aun admitiendo un pecado, se niega a manifestar, la intención de no volver a cometerlo? Los purpurados que presentaron sus inquietudes, le pidieron al Papa que aclarara para evitar la “confusión, el error y el desaliento”. EL PAPA RESPONDE El Vaticano difundió el pasado 2 de octubre el texto completo de la respuesta que el Papa Francisco envió a las cinco dudas presentadas. A continuación, una síntesis de cada respuesta.
a) Si “reinterpretar” se entiende como “interpretar mejor”, la expresión es válida. En este sentido el Concilio Vaticano II afirmó que es necesario que con la tarea de los exégetas –yo agrego de los teólogos– “vaya madurando el juicio de la Iglesia” (Dei Verbum, 12). b) Por lo tanto, si bien es cierto que la divina Revelación es inmutable y siempre vinculante, la Iglesia debe ser humilde y reconocer que ella nunca agota su insondable riqueza y necesita crecer en su comprensión. c) Los cambios culturales y los nuevos desafíos de la historia no modifican la Revelación, pero sí pueden estimularnos a explicitar mejor algunos aspectos de su desbordante riqueza que siempre ofrece más… De hecho, ha sucedido así a lo largo de la historia. d) Por otra parte, es cierto que el Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, pero también es verdad que tanto los textos de las Escrituras como los testimonios de la Tradición necesitan una interpretación que permita distinguir su substancia perenne de los condicionamientos culturales.
a) La Iglesia tiene una concepción muy clara sobre el matrimonio: una unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos. Sólo a esa unión llama “matrimonio”. b) Por esta razón, la Iglesia evita todo tipo de rito que pueda contradecir esta convicción y dar a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es. c) No obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen. d) Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de “pecadores” a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores (cf. san Juan Pablo II, Reconciliatio et Paenitentia, 17).
a) Si bien ustedes reconocen que la suprema y plena autoridad de la Iglesia es ejercitada, sea por el Papa debido a su oficio, sea por el colegio de los Obispos junto con su cabeza, el Romano Pontífice (Lumen gentium, 22), sin embargo, con estos cuestionamientos ustedes mismos manifiestan su necesidad de participar, de opinar libremente y de colaborar, y así están reclamando alguna forma de “sinodalidad” (escucha) en el ejercicio de mi ministerio. b) La Iglesia es comunión, que implica participación real de todo el Pueblo de Dios y sentirse parte en el camino de la Iglesia. Sobre este punto ha dicho cosas muy bellas san Juan Pablo II en Novo millennio ineunte.
a) “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial difieren esencialmente” (Lumen gentium, 10). Ambas formas de sacerdocio se iluminan y se sostienen mutuamente. b) Cuando san Juan Pablo II enseñó que hay que afirmar “de modo definitivo” la imposibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, no estaba menospreciando a las mujeres. San Juan Pablo II también afirmó otras cosas. Por ejemplo, que cuando hablamos de la potestad sacerdotal “nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad” (san Juan Pablo II, Christifideles laici, 51). Son palabras que no hemos acogido suficientemente.
c) Por otra parte, para ser rigurosos, reconozcamos que aún no se ha desarrollado exhaustivamente una doctrina clara y autoritativa acerca de la naturaleza exacta de una “declaración definitiva”.
a) El arrepentimiento es necesario para la validez de la absolución sacramental, e implica el propósito de no pecar. Pero no somos dueños, sino humildes administradores de los Sacramentos que alimentan a los fieles. b) Quiero recordar también que “a veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios” (Amoris laetitia 311), pero hay que aprenderlo.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"