José Andrés Guzmán Soto
“Soy un caminante en busca de la sabiduría”. El Estoico
La dinámica de la vida diaria y sus constantes retos nos demanda estar constantemente tomando decisiones y realizando acciones de todo tipo, no sólo para vivir mejor, sino muchas veces para sobrevivir en un mundo tan complejo y lleno de contradicciones.
Nuestras acciones, omisiones e interacciones las realizamos casi en automático porque, generalmente no tenemos el tiempo de pensar bien las cosas y nos comen las múltiples situaciones que nos piden una respuesta pronta y expedita sin no queremos fracasar.
Entre lo urgente y lo importante
El activismo acapara gran parte de tiempo de nuestra vida y para muchos es señal de éxito, de logro, de vitalidad, de sentir que están aprovechando el tiempo y la vida, porque entre más hagan más satisfacciones tendrán.
Sin embargo, las preguntas vienen enseguida: ¿cuántas de estas acciones son realimente importantes, trascendentes para la vida y bienestar de esas personas? ¿Cuántas acciones son negativas, intrascendentes o mediocres que en poco o nada colaboran para el bienestar de las personas?
El otro extremo es la inacción, el no hacer algo, el caer la pasividad y el conformismo que lleva siempre a una mediocridad y a una vida insulsa, es decir, sin sabor o más bien con sabor amargo de desilusión, de banalidad.
Se habla de que el mundo está lleno de mediocres, de personas llenas de miedo a la vida, llenas de temor al compromiso, con doble cara y doble vida engañándose a sí mismos y tratando de engañar a los demás. ¿Valdrá la pena vivir una vida así?
Estamos en ruta
La vida tiene un valor incalculable y una riqueza sin medida, pero esto no lo descubrimos si no somos capaces de reflexionar sobre este valor y esta riqueza; si no vemos la vida como un camino que se piensa, como una ruta reflexión, de análisis, de aprendizaje para encontrar el sendero de la sabiduría y de la paz.
La inteligencia es uno de los dones más preciados de nuestra existencia como seres humanos porque da la capacidad de pensar, de reflexionar, de analizar, de investigar, para comprender y entender, para luego decidir sobre la mejor opción para nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestra sociedad.
Tenemos la libertad de pensamiento y de acción que nos da la capacidad de decidir y de actuar de la mejor manera posible si es que somos capaces de tomar decisiones sabias y de acciones correctas para nuestro bien y el de nuestra sociedad. No dejemos que otros piensen por nosotros, no dejemos en manos de otros nuestra vida y nuestra historia.
Pensar bien para hacer mejor las cosas debe ser uno de los principios que guíen nuestro camino de la vida y el faro de luz que ilumine nuestras acciones, nuestras actitudes y nuestras emociones. Vale la pena vivir, pero tiene más valor una vida con sabor a sabiduría.