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PBRO. ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO

¿Vuelven a la tierra las almas de los muertos? En las creencias prehispánicas de los pueblos del sur, es decir, aquellos situados a partir de Michoacán, las almas de los difuntos volvían cada año, entre otras cosas, a degustar de sus platillos favoritos, una creencia que tiene parecido cercano con algunos pueblos de Asia, particularmente con China, si bien bajo el concepto de los “fantasmas hambrientos”, aquellas almas que no tienen todavía descanso, y a las cuales hay que alimentar cada año. Curiosamente, entre los pueblos prehispánicos de nuestra región, y en especial entre los wirárikas, los rituales que se hacen son para que los muertos no vuelvan bajo ninguna condición.

Desde la enseñanza cristiana tal y como la predicó el Señor Jesús, los muertos no vuelven, pues sus almas o están en el Cielo y no tienen para que volver; o están en el purgatorio, sin días de recreo; o en el infierno, de donde no se puede salir, recordemos la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón.

Por lo mismo, la presión que se hace desde las instancias oficiales de gobierno para que en todas partes se hagan altares de muertos con ofrendas y velas, los cristianos, si asumen dicha tradición, (cosa a la que no están obligados) la deben ver como un memorial, es decir, un recuerdo de las personas que nos han dejado, evocando lo que les gustaba, poniendo sus fotos, y alumbrándolas con ceras en memoria del Bautismo que recibieron, rezando por su eterno descanso y agradeciendo los bienes que hicieron mientras vivían.

Mucho mayor sentido y valor tiene visitar sus tumbas, limpiarlas, arreglarlas, adornarlas como un signo de la esperanza de vida eterna que tenemos, y sobre todo, participar en las Misas que en ese día se celebran en todas las iglesias, justo para pedir por todos los fieles difuntos.

En cuanto a la llamada “noche de brujas” es una costumbre de origen germánico que pasó luego a Inglaterra y de ahí a Estados Unidos, en su origen expresaba la lucha entre el bien y el mal, el mal representado por brujos y brujas, y el bien simbolizado por los santos, cuya celebración ocurre precisamente una vez que la noche de brujas es vencida por la claridad del nuevo día.

Como ocurre con todo en el país del norte, el festejo se comercializó, perdió su sentido original, y acabó siendo una fiesta de niños que aprenden a chantajear al prójimo pidiendo dulces a cambio de no esparcir maleficios.
Lamentablemente, y sobre todo en Estados Unidos, este festival cultural ha sido penetrado por agrupaciones satánicas y aún por bandas delincuenciales, corrompiendo un sentido que ya de por si la comercialización había secularizado.

Para quienes vivimos en el occidente, si ya es extraño hacer altares de muertos, mucho más ajeno resulta andar copiando costumbres anglosajonas, sería muy saludable establecer los límites y afianzar la propia cultura, en lugar de caer en imitaciones baratas de lo ajeno.

armando.gon@univa.mx

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