Oxímoron
Desatando Nudos
ABEL CAMPIRANO MARÍN
El Banco del Bienestar es una institución bancaria operada por el Gobierno de México, la cual sustituyó el BANSEFI, el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros.
Los que ya peinan canas, recordarán que, en tiempos del Presidente Miguel Alemán (1946-1952) se creó el Patronato del Ahorro Nacional y se emitían los bonos del mismo nombre, que trataban de incentivar el ahorro de los mexicanos, pensando en el futuro del país.
En el año 2001 surgió el BANSEFI, que continuó más o menos trabajando bajo la misma tesitura de su predecesor hasta que, desafortunadamente, como sucede con cada cambio de gobierno, se acaban instituciones que no necesariamente eran ineficientes, pero por el simple hecho de haber sido creadas
por gobiernos anteriores, se acaban y se sustituyen por otras que resultan iguales o peores que las anteriores.
Así, en 2018 se sustituyó el BANSEFI por el Banco del Bienestar, una institución bancaria de desarrollo que se ocupa de canalizar los recursos por parte del Gobierno Federal, para destinarlos al bienestar de los más
necesitados.
A través de este banco, se entregan, a quienes han pasado de los 68 años, ayudas económicas.
Cuando hablo de oxímoron en el título de este artículo, una especie de paradoja en referencia con
el Banco del Bienestar, es que sus sucursales son demasiado reducidas en espacio y en número, y con
extrema lentitud en sus servicios.
Esto se traduce en unas largas filas de personas que esperan horas para recibir la famosa ayuda. Por razones obvias, pues son personas de seis décadas, cuya fortaleza física no les permite permanecer mucho tiempo de pie. Las autoridades deberían agilizar los procesos para facilitar los retiros y
los trámites, en general, que tienen que realizar los llamados adultos mayores.
Me tocó ver en la sucursal que se encuentra en la avenida Juárez, casi esquina con Enrique González Martínez, en esta ciudad, el pasado viernes
9 de septiembre, una larga fila de personas esperando ser atendidos y una fila más que estaba por la calle Enrique González Martínez.
Hice mis cosas, y cuando pasé nuevamente por la avenida Juárez, prácticamente la cosa estaba igual. No sé si pasa lo mismo en todas las sucursales del banco, pero me parece muy mal que, si se supone que lo que se busca es el bienestar, se tenga a la gente formada por tanto tiempo, sin que tengan donde sentarse y soportar lo mismo los rayos del sol o la pertinaz lluvia y esperar pacientemente a que
los atiendan.
El Gobierno debe entender que los adultos mayores no son limosneros. Les brinda una exigua ayuda económica que de algo sirve, pero en realidad no es otra cosa que una devolución a lo mucho que nos han dado con incontables años de servicio a la sociedad, y ya cansados, impulsados por la necesidad, esperan pacientemente a que los atiendan, como si vivieran de la caridad pública.
No se vale. Más respeto y comprensión, señores del Banco del Bienestar.