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Alfredo Arnold

Hoy vamos a escribir de dinero, de muchísimo dinero. Hay que leerlo poco a poquito porque la mente no alcanza a dimensionar nítidamente las cifras kilométricas que nos proporcionan.

Hablaremos de remesas, las divisas que llegan a México, procedentes en su inmensa mayoría de los Estados Unidos, a las familias mexicanas que tienen familiares trabajando en aquel país.

De enero a marzo de este año llegaron a 12,521 millones de dólares, superando los 10,615 millones del año pasado en ese periodo.

Eso fue en sólo tres meses, ya que en los doce meses del año pasado las remesas sumaron 51,600 millones de dólares, que convertidos a nuestra moneda rebasan ampliamente el billón (millón de millones) de pesos.

El 87 por ciento de dicha cantidad llega en efectivo, y equivale a 33 millones de operaciones de 380 dólares cada una.

Vamos dándole contexto a estas cifras, en pesos mexicanos:

El billón de pesos recibido en remesas el año pasado, superó los 395 mil millones de pesos que reportó el turismo; los 266 mil millones que nos dio el petróleo, y los 75 mil millones de pesos que trajo la inversión extranjera. O sea que las remesas superaron al turismo, el petróleo y a la inversión extranjera… ¡juntos!

Esa es una gran noticia, pero al mismo tiempo conlleva un gran riesgo. ¿Qué pasaría si los migrantes mexicanos se regresan por disposiciones migratorias? ¿O se cansan de enviarnos dinero porque también quieren disfrutarlo? ¿O con la inflación ya no les alcanza ni para ellos mismos? ¿O se quedan sin trabajo? ¿O si el gobierno estadunidense llegara a prohibir la salida de dólares? ¿O simplemente porque sienten nostalgia por su gente y su tierra?…

Como dice el Presidente de México: toco madera

Jalisco es la entidad federativa que más remesas recibió durante 2021, fueron 5,236 millones de dólares (aproximadamente 104,720 millones de pesos), seguido de Michoacán y Guanajuato. Si se suspendieran estos recursos, se produciría una gran crisis económica para dichas entidades y para el país.

Un axioma es que, a más mexicanos que logren radicarse en Estados Unidos y trabajar, mayor será la cantidad de remesas; pero también, a más mexicanos que emigren, mayor será la desintegración social y familiar en las comunidades exportadoras de mano de obra.

Por lo pronto, como se diría en lenguaje popular, dan ñáñaras tan sólo de pensar que el gobierno mexicano entrara en conflicto con el de Estados Unidos, ya que si llegaran a poner restricciones al envío de remesas se produciría una catástrofe económica en nuestro país, pues como se vio en líneas  anteriores, ni el turismo, ni el petróleo ni la inversión extranjera juntos, las compensarían.

En su reciente gira por Centroamérica y el Caribe, el Presidente López Obrador urgió al gobierno norteamericano a entregar recursos para replicar sus programas sociales en esa región, pero no lo hizo en tono estridente. Ahora viene la Cumbre de las Américas, en junio, en Los Ángeles. Ojalá que ningún participante oficial mexicano caiga en la tentación de elogiar o victimizar a Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Miguel Díaz-Canel.

La relación económica con Estados Unidos no pasa solamente por el T-MEC, pues como hemos visto, el tema de las remesas en sumamente importante.

Es triste decirlo, pero hoy, una buena parte de la soberanía económica del pueblo mexicano, sobre todo de la que tiene menores recursos, está en manos de los más de 30 millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos y que generosamente nos envían una parte de sus dólares.

*El autor es LAE, diplomado en Filosofía y periodista con más de 55 años de continuo ejercicio profesional. Es académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

@arquimedios_gdl

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