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El derecho de libertad de expresión no puede implicar el derecho de ofender los sentimientos religiosos de los creyentes.
Los acontecimientos que se suceden con frecuencia, en muy diferentes partes del mundo, como consecuencia de la no tolerancia y respeto por las creencias religiosas de los demás, bien abren un gran debate sobre la libertad de expresión y el respeto a los sentimientos y creencias religiosas.
Ocurre que se percibe ocasionalmente una manipulación política e ideológica de los hechos, indistintamente. Por otra parte, son muchas las voces que reclaman equilibrio, respeto y moderación. Así, el periodista y escritor español, Juan Manuel de Prada afirma que “del mismo modo que la libertad de prensa no puede amparar la descalificación gratuita y calumniosa de personas e instituciones, tampoco creo que deba proteger a quien agrede las creencias religiosas de una parte de la sociedad, pues dichas creencias forman parte del meollo mismo de la dignidad humana”.
Ahora bien, todo tiene sus niveles, una cosa es herir los sentimientos religiosos y mofarse de los signos sagrados de una religión y otra muy distinta es concluir que no se pueda tratar como humor, pero con
limpieza de intención, determinados elementos deformantes de una religión o imposturas de sus fieles.
La libertad de expresión tiene los límites que marca la ley. También es claro que el nombre de Dios no debe ser utilizado en vano para aplastar, con la violencia, los principios que configuran las sociedades libres.
Teniendo esto presente, comprobamos en México, como en tantos otros países, que hay dos varas de
medir para las religiones, de acuerdo a los intereses de instituciones, políticos y diversos grupos y personas. Algunos piden “sensibilidad” para comprender a quienes no practican su misma religión. Pero ellos mismos callan, o miran a otro lado, cuando hay ultrajes al cristianismo, al catolicismo. Ejemplo de ello son películas, programas televisivos, canciones y obras teatrales, en donde no hay el más mínimo respeto por los valores que otra parte de la sociedad tiene.

Hoy en día, da la impresión de que todo vale contra el cristianismo, incluso la tibieza en la aplicación de las leyes de los códigos penales.
Recordemos que el cristianismo es la religión del amor y del perdón, como claramente lo dijo el recientemente fallecido Papa Benedicto XVI, en su primera encíclica. No permitamos que el clima de
intolerancia crezca contra cualquier religión o grupo religioso que exista.
Debemos subrayar que la respuesta de la Iglesia Católica no puede ser otra que la marcada por el Vaticano II: “El sagrado Concilio exhorta a todos a que, procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”(NE, nº 3). En conclusión: el derecho de libertad de expresión no puede implicar el derecho de ofender los sentimientos religiosos de los creyentes, sin importar que sean comunidades
fervorosas grandes o grupos religiosos pequeños.

@arquimedios_gdl

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