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LUPITA VENEGAS
PSICÓLOGA

LUPITA:
En 15 años de casada solo he acumulado recuerdos dolorosos. Mi esposo
es negativo, voluntarioso, grosero. Sus hijos le dicen “el ogro”. Ni cuando
quiere hace algo por congraciarse con nosotros. No sé si tiene caso seguir así.
Ana Victoria N.

HERMANA MÍA, VICKY:
Hoy las neurociencias nos confirman que entre más nos enfoquemos en los
aspectos negativos de otra persona, más nos resulta rechazable. No es la
persona en sí la que nos causa repulsión, son las actitudes inconvenientes
de ella, distorsionadas con nuestra visión que aumenta la parte oscura y disminuye la parte luminosa.

Frente a una persona difícil, cambia tu perspectiva. No la veas de forma negativa, por el contrario, bendícela. Bendecir es “decir bien”. Es hablar bien del otro y desearle el bien. En lugar de pensar “eres un grosero”, bendice a esa persona diciendo algo bueno de ella y deseándole el mayor bien: “Dios que te ama, te haga santo”, o bien, “yo te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, “bendice, Señor, a mi esposo, en su vocabulario, en sus finanzas, en sus preocupaciones, dale fuerza y sabiduría frente a las tentaciones; dale paciencia y constancia,
aumenta su fe…”.

Cuando una esposa bendice a su marido, esto tiene verdadero poder por
la gracia que otorga el sacramento del Matrimonio. Ella se va haciendo más
paciente y cordial, su carácter se suaviza y se hace capaz de ver el lado luminoso de su cónyuge. A su vez, el marido se experimenta valorado y empieza a sacar el mejor lado de sí mismo. Las relaciones mejoran entre ellos y con sus hijos. Bendecir es una clave eficaz para mejorar el hogar en todos sentidos.
La mística capuchina Sor Consolata Bertrone escuchó en una visión que Jesucristo le decía: “Yo pensaré en todo, hasta en los últimos detalles. Y tú piensa solo en agradarme y en confiar en mí”. Santa Catalina recibió también esta inspiración de Jesús: “Cuida tú de mi honra y de mis cosas, que yo cuidaré de ti y de las tuyas”.

Y Jesucristo anuncia con firmeza y alegría: “Busquen primero el Reino de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt. 6, 33).
¿Por dónde empezar? Revisemos nuestras propias actitudes y si no son
cristianas, emprendamos el camino hacia Jesús.

Lupita Venegas/Psicóloga
Facebook: lupitavenegasoficial

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