Gabriela Ceja / Yara Marínez
Con el tema “Pacto para dar alma a la economía. Respuesta al llamado del Papa Francisco”, inició el XXII Encuentro de Obispos y Empresarios de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, que año con año organiza la Unión Social de Empresarios Mexicanos (USEM).

Del 28 al 30 de octubre, los asistentes reflexionarán sobre la economía de mercado con responsabilidad social para buscar respuestas al llamado de Su Santidad, el Papa Francisco hacia un pacto para dar alma a la economía, en la realidad mexicana.
Durante la primera ponencia titulada “Qué piensa el Papa Francisco sobre la economía, un marco de referencia”, que fue impartida por los Doctores Rodrigo Guerra López y José Diez Deustua, donde se abordó la visión sobre la economía global, de los Papas San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia.

San Juan Pablo II, en ese sentido, colocó en el centro de su enseñanza a Cristo que le revela al hombre lo que es, es decir, que no siempre el cristianismo es humanismo, porque lo más valioso que se descubre en los seres humanos, se esclarece cuando se coloca a Jesucristo en el centro.
Continuando con la visión del San Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI subrayó, en varias, ocasiones que en el ámbito de la Doctrina Social de la Iglesia es necesario ofrecer razones inteligentes para que los hombres que toman decisiones pueden cambiar, desde la raíz, la manera de hacer las cosas. Por ello, es necesario, aprender a dar razones en base a la fe, en el ámbito económico.
Sin embargo no se trata de caer en el fideismo sino actuar desde la razón.
Por su parte, el Papa Francisco, se ha caracterizado por hacer un llamado para entender lo que necesitan lo más necesitados más allá del asistencialismo, porque no es posible servir a la persona humana sin hacer una fuerte opción de vida al servicio de los más pobres.
Los ponentes insistieron en que la enseñanza de la Iglesia pone el acento en que la buena noticia que hay que dar es el encuentro Cristo y en que no se puede reducir el cristianismo a moralismo.
