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Dentro de 50 años, Facebook tendrá más usuarios muertos que vivos.

Pbro. Alfonso Rocha Torres

Este titular, con distintas variantes, ha copado en mayo pasado los medios de comunicación, haciéndose eco de un estudio publicado por investigadores de Oxford Internet Institute. Un titular, no obstante, un tanto falaz, y en absoluto relevante. Comenta María Lázaro, en su blog “hablando en corto”.

Este informe, en realidad, no era tan concluyente. Los analistas planteaban dos escenarios: en el primero se partía de la idea de que el volumen de usuarios de Facebook se congelaba y, por tanto, en 50 años el número de muertos superaría al de vivos; en el segundo supuesto se asumía que Facebook continuaría creciendo a un ritmo del 13% anual, y se deducía que a principios del siglo XXII se alcanzaría la paridad entre muertos y vivos.

Algo menos radical, en definitiva

Y menos radical era aún la advertencia que el propio informe arrojaba: “Both scenarios are implausible”. Es decir, ambos escenarios son poco plausibles, o improbables, o inverosímiles.

O sea, que el titular no solo no era concluyente, sino que además era improbable. Y hasta cierto punto, falaz. Conviene leerse los estudios hasta el final.

La herencia digital, en el punto de mira

En realidad, el objetivo del análisis no era tanto especular sobre la cifra de fallecidos en Facebook, sino llamar la atención sobre la necesidad de regular la herencia digital. ¿Qué ocurre con los activos digitales de los muertos, qué hacemos con los datos y la información que sobre ellos queda almacenada en redes sociales, medios online, Internet, etcétera? ¿Qué pasará con los contenidos que nosotros mismos hemos generado? ¿Quién se los quedará? ¿Se los puede quedar alguien?

El informe de Oxford Internet Institute aboga por el concepto de herencia digital cultural compartida, en la idea de que estos contenidos configuran un archivo digital (un bien público, lo llaman) que será de invaluable valor para que las generaciones futuras entiendan cómo fue la sociedad del siglo XXI. Pero esto implica, a sus vez, el reto de gestionar el legado, decidir qué se almacena y cómo, y asumir los costes.

¿Debe dejarse esta labor al albur de las compañías en las que se ha publicado esta información? 

¿Pueden no solo Facebook, sino también Twitter, LinkedIn, etcétera, decidir unilateralmente qué hacer con los datos de sus usuarios muertos?

Ampliemos la pregunta: ¿qué hacemos con los blogs, los proyectos web, los dominios, las contraseñas de cada persona? ¿Se suprimen cuando el muerto deje de abonar el precio por el servicio online (de alojamiento, etcétera) a la empresa correspondiente? ¿Y ya está?

“El control de los datos personales (y por tanto, de lo que de ellos queda) se está concentrando cada vez más en un reducido número de actores globales (muchos propiedad de Facebook, como WhatsApp, Messenger e Instagram). Y, como ya advirtió Orwell en 1984quienes controlan nuestro acceso al pasado también controlan cómo percibimos el presente”, advierten los autores del informe de Oxford Internet Institute. He aquí el quid de la cuestión.

¿Qué será Facebook en el futuro?

El informe asume también que “Facebook, o algo parecido, continuará existiendo en el futuro”. 

En ese “o algo parecido” reside también otro quid de la cuestión.

Porque Facebook ya no es solo una red social, ni siquiera ahora mismo, y en el caso de que siga existiendo dentro de 50 o cien años (si es que sigue operando), no será ni mucho menos como la conocemos ahora.

Facebook es una empresa tecnológica que desde 2014 está apostando por la inteligencia artificial. En 2017 abrió un gran centro de investigación en Montreal, Canadá, especializado en “aprendizaje reforzado” y en 2018 publicó con la Universidad de Montreal el proyecto Talk the Walk, que permitiría que una red neuronal guíe a un usuario por la calle a través de Facebook incluso aunque no haya Internet o el usuario no quiera o no pueda especificar dónde se encuentra: solo tendría que “empezar a hablar” con el sistema de inteligencia artificial describiendo el entorno, y este le iría indicando qué hacer.

Además, desde 2015,  ha comenzado a operar también en el sector bancario; Facebook está habilitada en Estados Unidos para operar como entidad de dinero electrónico, lo que permite que los usuarios envíen dinero de persona a persona a través de Facebook Messenger, y ha ido introduciendo la posibilidad de realizar transferencias en países como Irlanda, Reino Unido y España, previa autorización de la autoridad bancaria correspondiente. A finales de 2018 se supo también que está desarrollando su propia criptomoneda para transferencias dentro de WhatsApp.

Todo esto se trataría de un primer paso para convertir a Facebook (y su grupo de empresas, que incluye la firma de realidad aumentada Oculus) en una gran plataforma de comercio electrónico, al estilo del chino WeChat, según dejó caer Marck Zuckerberg a los accionistas en su última presentación de resultados. En este contexto, la anunciada integración de los servicios de mensajería de Messenger, Instagram y WhatsApp (que tantas reticencias ha generado), sería solo una parte del proyecto.

Entre tanto, Zuckerberg tendrá que seguir lidiando con las críticas por la gestión de la privacidad, la proliferación de noticias falsas, el descenso de interacciones y las presiones de inversores que piden que el presidente de Facebook sea reemplazado por un independiente (como ha ocurrido, por otra parte, en otras grandes tecnológicas como Microsoft y Google).

Los muertos de Facebook no son, por tanto, lo más relevante.

COMENTARIOS:          vivirenlapantalla@gmail.com

PARA SABER MÁS:          www.hablandoencorto.com

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