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Un día, un niño con autismo interrumpió una de las catequesis de Francisco para ver a un guardia
suizo.
El Papa preguntó: “¿Soy también así de libre delante de Dios?”. Y argumentó: “Cuando Jesús dice que tenemos que hacernos como niños, nos dice que tenemos la libertad que tiene un niño delante de su padre. Creo que nos predicó a todos, este niño”.
El autismo es un trastorno neurocomportamental, de origen multifactorial, que se manifiesta principalmente en los tres primeros años de vida y que se mantiene durante toda la vida. Afecta a poco más del uno por ciento de los niños.
Para el Papa Francisco, esta patología tiene que ser acogida “sin vergüenza” y agradeció la obra que cada día realizan las familias, los grupos parroquiales y las distintas asociaciones que procuran su atención. “A todos, mi reconocimiento personal y el de toda la Iglesia”.
A los catequistas, a los padres de familia y a todos los implicados en la educación en la fe, el Papa Francisco les encomienda: “es necesario el empeño de todos para promover la acogida, el encuentro, la solidaridad, en una concreta obra de sostenida y renovada promoción de la esperanza, contribuyendo de tal manera a romper el aislamiento y, en muchos casos, también el estigma que dejan huella en las personas afectadas por el problema del autismo”.
El Pontificio Consejo de la Pastoral de la Salud organizó en 2014, en el Vaticano, la mayor cumbre jamás realizada sobre el autismo, debido al hecho de que los niños, jóvenes y adultos que presentan formas distintas de autismo, necesitan un enorme compromiso por parte del núcleo social de pertenencia,
del tejido social, de los educadores, de los médicos y de todos los operadores sociales, médicos y pastorales.
El principal objetivo fue visibilizar, individuar y encontrar los instrumentos adecuados para la curación y cuidado espiritual de quien, “directa o indirectamente, está afectado por un problema de tipo autístico; para animar la esperanza, y dar empuje existencial a quien vive los casos más difíciles, como los profesionales de la salud, familiares y asociaciones que se ocupan”.
Las orientaciones pastorales que ahí emergieron, es que cada comunidad parroquial debe facilitar la plena inclusión en la comunidad de las personas con discapacidad en su invitación, acogida y acompañamiento.
Deberíamos considerar a las personas con discapacidad como personas en toda su dignidad y con necesidades que, según el caso, requieran disponer de los apoyos ajustados, para participar en igualdad en las actividades de la Parroquia.
Celebrar los sacramentos de una manera accesible para las personas con discapacidad y abierta a su participación plena, activa y consciente de acuerdo con sus capacidades.
Que la familia sea acogida en el seno de la Parroquia y que la persona responsable de atención y acogida sea el puente entre ésta y las demás familias que habitualmente participan en la Parroquia.
Las catequistas de personas con capacidades especiales, deben desarrollar la espiritualidad de las
bienaventuranzas y formarse en técnicas y metodologías que faciliten la adaptación necesaria y su
participación accesible en la vida de la Iglesia.

@arquimedios_gdl

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Papa Francisco

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