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Pbro. Armando González Escoto

No sabemos en qué momento los tres sabios de oriente, que buscaron a Jesús nacido, se convirtieron en magos, ni mucho menos cuándo se volvieron reyes coronados, pero esta versatilidad suya nos permite ahora imaginar bajo qué forma los necesitaríamos en esta epifanía.

Sin duda que a todo mundo le gustará ver en uno de ellos al destacado y asertivo hombre de ciencia que aporta al mundo la vacuna definitiva, y como regalo un cofre del cual surgiera la curiosidad científica, que nos haga recuperar el interés por cultivar la inteligencia, el sentido crítico para no creer en supercherías, y el gusto por la investigación y la lectura, pues es desde estas actitudes que surge la ciencia y con la ciencia las muchas posibilidades para seguir enfrentando una realidad terrena siempre cambiante.

El segundo rey, sería un destacado estadista, una persona con visión universal, por completo dispuesto a trabajar por el bien y la prosperidad de la gente, libre del ansia de poder o de dinero, que se hace solidario con las realidades sociales, y trabaja honestamente para que el beneficio de la salud sea para todos y no sólo para los de su rancho. De su cofre se derraman las actitudes del servicio generoso, de la honestidad y de la capacidad para el liderazgo.

El tercer rey, sería un artista versátil, optimista y siempre alegre, que describe la realidad en verso, pone luz en sus pinturas y notas de confianza en sus canciones, hace bailar a la gente y dibuja en sus rostros sonrisas de esperanza, un artista que transforma la visión opaca del mundo en una visión luminosa y colorida, de su cofre surgiría el sentido del humor, la risa contagiosa, y la energía revestida de belleza.

Podemos añadir más reyes, pues finalmente no sabemos cuántos eran, si bien por los regalos presentados se dedujo que serían tres.

Pero su peregrinar sigue siendo un mensaje permanente en el cual toda la creación se une en un propósito común, buscar al Mesías. Toda la creación incluye a hombres y animales, como los camellos, los caballos y los elefantes, productos de la tierra como el oro, el incienso y la mirra, que los magos llevan como regalos, y la guía de las estrellas; una búsqueda armoniosa que incluye las cuatro direcciones del mundo tipificadas por el oriente, pero también a todas las razas en que la humanidad se expresa.

Seguir la estrella es una invitación a mirar el cielo y a ponerse en camino, muchas veces, hacer el camino, y no cejar hasta lograr el propósito anhelado, sin importar las dificultades, los obstáculos, las intrigas y trampas de los poderosos, como fue el encuentro con el sinuoso rey Herodes, o el hecho de que en ocasiones la misma estrella de pronto deje de verse.

Pero la búsqueda no termina con el encuentro, sino en la gran misión de anunciar al mundo que el Mesías ha nacido.

armando.gon@univa.mx

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