Hermanas y hermanos en el Señor:
En el camino que hicimos acompañando la venerada y bendita Imagen de Ntra. Sra. de Zapopan, le pudimos confiar las penas, las tristezas, las necesidades, el dolor, pero también la esperanza y las alegrías que tenemos en nuestra vida. Le hemos podido confiar a Ella porque es nuestra madre de misericordia.
En Ella, Dios nos ha dado una señal, la eligió como madre de su Hijo para mostrarnos su misericordia. María es, pues, una señal infalible del amor de Dios por nosotros, sus hijos. Ella es señal de que el gozo del Evangelio no nos faltará. Es señal de que la presencia viva de Jesucristo en sus Sacramentos siempre la tendremos, en la Eucaristía, sobre todo.
Teniendo con nosotros esta señal de amor y de salvación, nos preguntamos: ¿Por qué, al mismo tiempo, tenemos tantos signos, tantas señales, de dolor, de sufrimiento y de muerte?
¿Por qué padecemos tanta violencia, tanta desigualdad? ¿Por qué sufrimos tanto egoísmo y falta de fraternidad?
¿Por qué estamos tan confrontados y tan divididos? ¿Por qué tenemos que padecer la dolorosa llaga de tantos hermanos desaparecidos? ¿Por qué?
Estos signos de muerte no son nuestro destino, sino la vida, el amor, la justicia, la paz, de la que es signo María.
Los signos de dolor son porque no hemos puesto atención al signo mayor de lo que Ella nos anuncia: la presencia salvadora de Jesucristo. No lo hemos sabido acoger y no hemos sabido poner en práctica sus enseñanzas.
Hemos perdido el camino, estamos extraviados, pasamos por un momento de oscuridad, pero en la experiencia que hemos vivido, de recorrer el camino de la mano de María, bajo su mirada, bajo su protección, experimentamos que Ella nos dice que volvamos a la fuente, la infinita misericordia de Dios nuestro Padre.
Nos falta experimentar la misericordia de Dios para con nosotros, y nos falta ser misericordiosos para con los demás.
Cuando escuchamos este mensaje de la misericordia, tal vez pensamos y sentimos que la misericordia es algo piadoso y que no resuelve las cosas, pero es que la misericordia no es otra cosa que luchar contra el mal haciendo el bien.
Si el mal es la violencia, construyamos la paz, seamos pacíficos.
La misericordia es ejercer la fuerza y el poder del amor por encima de la fuerza del mal.
Es decir, lo que Dios hace con nosotros, es decir, cuando pecamos, Él no nos responde con la venganza y el castigo, sino que nos responde con el amor, con la paciencia, con la espera, con la búsqueda.
Ese amor misericordioso, paciente, salvador para con nosotros, debiera influir para que fuéramos instrumentos de misericordia, es decir, luchar contra el mal que no queremos, que nos hace sufrir.
Ella nos hace ver el futuro con esperanza y confianza, pero sobre todo, con responsabilidad. Todos somos corresponsables del bien o del mal vigente en nuestro mundo.
De la mano de María aceptemos la invitación a cambiar, a convertirnos, a volver al camino. Cristo es el camino para alcanzar el infinito amor de Dios Padre, para alcanzar, en definitiva, su salvación.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.