Asunción de la Santísima Virgen María
Pbro. J. Jesús Suárez Arellano
¿QUÉ NOS DICE DIOS EN ESTA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN?
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab: En la mujer de esta visión, vemos a María como figura de la Iglesia porque dio a luz al que sería el Rey de todos los pueblos. Su asunción es signo para toda la humanidad de la victoria de nuestro Dios sobre el mal, el pecado y la muerte.

Salmo 44, 10b-12. 15b-16: En este cántico para una reina vemos a María que está a la derecha de Dios en los Cielos y a su Hijo reinando sobre la tierra.
1 Corintios 15, 20-27a: Cristo es la primicia de los que resucitaron de entre los muertos. María, tan próxima a su Hijo, por su fe y por su maternidad, ha compartido ya también su victoria sobre la muerte.
Lucas 1, 39-56: Unidos a María cantemos la alabanza del Dios que salva a los pobres y humildes y sirvamos a quien nos necesite.
REFLEXIONEMOS:
[Hoy, ¡qué interesante!, nos toca leer-meditar un “evangelio de la infancia”, por eso conviene recordar que en ellos no se nos narran crónicas en el sentido que hoy las entendemos sino que nos transmiten teología, doctrina que las primeras comunidades cristianas compartían. Concretamente, parece que el evangelio de hoy quiere subrayar las cualidades y el papel de María como madre que transmite la fe de su pueblo al niño que un día llegará a ser el salvador resucitado, por eso se describe su capacidad de escucha y asimilación tanto de la palabra del Dios del Antiguo Testamento como de la predicación de su Hijo, así como la puesta en práctica de la misma. Lucas la considera merecedora de recibir la primera bienaventuranza de su evangelio: “Bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirá todo cuanto Dios te ha prometido”. Se nos presenta como modelo de fe bíblica y de servicio.]

Hoy, al celebrar la asunción de María a los cielos, ella se nos presenta – con metáforas en las que aparecen ángeles, tronos, corona, etc. – como la llena de gracia, amada de Dios, exaltada sobre todos los demás seres creados, salvada de forma absoluta, alguien que alcanzó su plenitud, que ya conoce a Dios tal cual es y que se ha unido a él. Y se nos dice que su glorificación anticipa es el destino de toda la Iglesia, de cada uno de nosotros… Claro, siempre y cuando seamos como ella: que mantengamos nuestro “sí” a la voluntad de Dios y que estemos disponibles para servir a nuestros hermanos hasta el final de nuestra vida.
A lo largo de la historia de la Iglesia – especialmente cuando Dios Padre y el mismo Jesucristo se (re)presentaban como distantes, jueces y poderosos – María ha manifestado el rostro materno de Dios y de la Iglesia al pueblo cristiano. Por eso ella ha sido invocada como Madre de Misericordia, Refugio de pecadores, Consuelo de los afligidos, etc. María nos ha mostrado al Papá/Abbá cercano y cariñoso, que inspira seguridad y confianza, tal como Jesús lo percibía y nos lo reveló con sus palabras y acciones… María nos ha hecho (re)descubrir lo compasivo, cercano y accesible que es su Hijo… En fin, nos ha hecho sentir queridos, comprendidos, perdonados y arropados, mirados con amor y confiados… El pueblo sencillo nunca ha tenido dudas: María siempre ha sido madre protectora. Con estas convicciones y con intuición sapiencial, el pueblo de Dios comprendió que la Madre de Jesús no podía conocer la corrupción y que debía participar en el triunfo de Aquel que, nacido de sus entrañas, vivió, padeció, murió, resucitó y ascendió a los cielos (Cfr. 1 Cor 15, 20-27). Basado en esa fe, el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos el 1 de noviembre de 1950, en la constitución Munificentisimus Deus.

Esta convicción ha ido creciendo… Los Obispos reunidos en Puebla dijeron que María manifiesta el rostro maternal y misericordioso, y la cercanía del Padre y de su Hijo, nos invita a entrar en comunión con ellos y nos impulsa a la unión entre los individuos y los pueblos (Cfr. D. P. 282). Unos meses antes, el 10 de septiembre de 1978, el Papa Juan Pablo I dijo al pueblo reunido para el Ángelus: “Dios es Padre, más aún, es Madre”. ¿De qué maneras concretas María ha sido revelación de Dios para mí? ¿Cómo pongo en práctica sus enseñanzas?
Hoy celebramos que la Madre de Jesús, que no conoció pecado, ha sido elevada al Cielo para gozar del triunfo de su Hijo sobre la muerte. Sin embargo, insistamos en que ella no se desentiende de la comunidad humana; ella sigue siendo nuestra Abogada y mediadora, sigue acercándonos a Dios y a los hermanos, especialmente a los más necesitados de salvación de cualquier otro tipo de ayuda… ¿Percibo la presencia amorosa de María en mi vida y la vida de la Iglesia a la que pertenezco? ¿De qué manera vivo como ella?
Es bueno contemplar la historia humana en general y la de cada uno en particular, a la luz de la historia del Pueblo del Antiguo Testamento y de la Iglesia iluminadas por la palabra de Dios. Hoy escuchamos en la primera lectura cómo Dios acompaña nuestra historia, aún en nuestros desiertos. Así lo experimentó María y se sintió amada del Señor y transmisora de ese amor, delicadeza y compromiso. Por eso la escuchamos en el evangelio cantar que los pobres son enriquecidos; los humildes, exaltados; los hambrientos, saciados… Esta es la fe que le transmitió a Jesús y a nosotros… ¿Qué me ha enseñado y me enseña hoy María?

El día de la asunción a los cielos de María evocamos su subida a la montaña para servir a su prima Isabel. Jesús nos reveló que la misericordia es el camino para sentarse a su derecha en el Reino (Cfr. Mt 25). Ella arriesgó su vida, por eso la ganó… ¿Qué aprendo del ejemplo de María servidora?
Hoy es un día para agradecer a María por su ejemplo y para animarnos a adoptar su fe y su forma de vida generosa, servicial, orante, discreta, enamorada de Dios, entregada por amor… No permitamos que las obras de arte inspiradas en nuestra madre – con sus ropajes hermosos, sus joyas y sus cetros y coronas – nos confundan ni distraigan. Es claro que ella merece eso y más, pero esos accesorios son sólo símbolos de las virtudes que cultivó en su vida… ¡y nosotros necesitamos desarrollar esas virtudes!
PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS, TE PROPONEMOS ALGUNOS EJERCICIOS PARA ESTA SEMANA:
1. Lee cuidadosamente el cántico de María (Magnificat) frase por frase…
¿Puedo decir que comprendo y estoy de acuerdo con cada una de esas afirmaciones de Nuestra Madre?
¿Cuáles de ellas te recuerdan alguna etapa de tu vida? Describe por qué…
¿Cuáles te son más significativas el día de hoy?
¿De cuáles te falta convencerte?
Platica con ella al respecto y comparte con amigos y familiares tus reflexiones…
2. En tu oración de estos días, manifiesta a María tu admiración y gratitud, cultiva tu devoción por su persona.
Agradécele por el “sí” que le dio a Dios; por su obediencia sostenida Jesús llegó a ser uno de nosotros y nos manifestó el amor de su Abbá, por eso lo sentimos cercano y le tenemos confianza…
Pídele ser como ella en momentos y circunstancias muy concretos…