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XXVI DOMINGO del TIEMPO ORDINARIO

El Reino de Dios lo construimos todos

Pbro. J. Jesús Suárez Arellano

¿QUÉ NOS DICE DIOS ESTE DOMINGO?

Números 11, 25-29: El Espíritu de Dios inspiró a Moisés y también a otros, es que los dones de Dios no son para ser monopolizados ni guardados celosamente por unos pocos sino que son para el bien de todos… Ojala todos en el pueblo de Dios fueran profetas…

Salmo 18: La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma, es inmutable, hace sabio al sencillo, es santa, es siempre estable, es verdadera y justa… Aunque nos esforcemos en cumplirla, nos equivocamos, perdónanos Señor y presérvanos de la soberbia y del orgullo…

Santiago 5, 1-6: Santiago advierte claramente a los ricos que sus bienes deben ser administrados con responsabilidad y justicia.  Si no la hacen, el día del juicio, sus posesiones, si no las han usado para hacer el bien en favor de sus prójimos, especialmente los más desvalidos, darán testimonio contra ellos…

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: Jesús enseña a sus discípulos a apreciar el bien hecho por los otros sin importar quiénes sean, a ayudar a los que son de Cristo, a que no escandalicen a los sencillos y a evitar el mal cueste lo que cueste…

REFLEXIONEMOS:

[El texto del evangelio de hoy sigue inmediatamente al que meditamos el domingo pasado.  Y volvemos a constatar que los apóstoles continúan sin entender el mensaje de Jesús.  Por eso, debe corregir sus pretensiones de superioridad que no abonan a la unidad (amor) entre sus seguidores sino que siembran la discordia entre ellos. Jesús no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores o endemoniados, de la misericordia de Dios.

No se trata de que aprendamos a tolerar lo malo que hay en los demás sino de que podamos descubrir lo bueno que hay en cada uno y de que busquemos la unidad no sólo en la doctrina (teoría) sino con las obras (práctica)…

En este evangelio también se coleccionan una serie de frases en estilo semítico que contienen enseñanzas de Jesús.  “Si tu mano/ojo/pie te hace caer…” Con estas sentencias que, obviamente no se deben tomar en sentido literal, parece que se quiere subrayar que todo es relativo cuando se trata de hacer el bien a las personas como lo hizo Jesús…

En resumen, recibimos (al menos) tres enseñanzas de la Palabra de hoy: a) No debemos ponernos celosos de quienes participan en otros grupos o cultivan otra espiritualidad sino que debemos descubrir y cultivar lo que nos une a ellos, b) Siempre debemos apoyar a los que son de Cristo, aunque sea con un vaso de agua y c) Debemos evitar el poner “trampas” a quienes aún no tienen una fe adulta o a nosotros mismos, pues lo más importante es seguir a Cristo y servirlo en todos sin distinción.]

Jesús enseña a sus discípulos que todos pueden colaborar en la construcción del Reino… Pues éste no es monopolio de nadie… ni siquiera de sus seguidores, los cristianos… Ya lo había dicho Moisés: “Ojalá que todos fueran profetas”…

A veces pensamos que el Reino se construye con grandes obras heroicas, y es verdad pero, también con detalles simples y cotidianos: Hasta simplemente dar un vaso de agua en nombre del Señor, salir de nuestro aislamiento e individualismo, colaborar con otros (aunque no sean cristianos o tan practicantes como nosotros) en tareas comunitarias, etc…

El Reino tampoco crece solo; hay que ser generosos e invertir en él: nuestro tiempo y nuestros bienes, nuestro cuerpo e incluso nuestro bienestar… Los ricos de que habla Santiago hoy no quieren colaborar con los demás, no comparten, son tacaños y por eso quedarán fuera del Reino, se lamentarán y llorarán…

¿Qué estoy dispuesto a invertir para que el Reino crezca?  ¿De qué objetos, proyectos o personas no me quiero deshacer para que Dios Reine en mi vida?  ¿Me da miedo invertir en el Reino de Dios?

Las lecturas de este domingo nos invitan a colaborar con todos en la construcción del Reino, unidos en comunión… ¿Qué actitudes debo desarrollar para sumar entre nosotros para y trabajar por el bien común?

Nos urge reflexionar sobre cómo algunas veces no sabemos trabajar en comunión… ¿Con quién me gusta trabajar: con los de siempre o admito nuevas personas y modos de intervenir?  ¿Admito las buenas ideas que provienen de personas no cercanas a mí?  ¿Valoro lo que aportan personas/organizaciones/partidos distintos?  ¿Sé reconocer lo bueno, bello y verdadero que aportan otras personas a mi vida y a nuestros proyectos comunitarios?  De acuerdo al plan de Dios, ¿qué actitudes nuevas debo desarrollar? ¿Necesitaré ser más abierto, incluyente, flexible, comunitario?  Etc.

Las preguntas anteriores quieren motivarnos a desarrollar una Espiritualidad de Comunión con un sentido práctico… A aprender a valorar y tomar como algo bueno lo que aportan los demás para unirnos a la tarea de apoyar todas las iniciativas que llevan a la construcción del reino de Dios, desde todos los diferentes sectores eclesiales, ecuménicos, sociales, interfamiliares…

Ante este desafío, sentimos la necesidad de desaprender y reeducarnos para ver, escuchar y aceptar con el corazón lo bueno de los demás… Fuimos educados en un mundo de competencia: aprendimos que nuestro equipo era el mejor, que nuestra Iglesia era la mejor, que nuestra familia era la mejor, que nuestro partido era el mejor… Lo más probable es que hayamos asumido todo esto de modo acrítico y sigamos defendiendo acérrimamente estas posturas… El reto de hoy es aprender a vivir y trabajar en comunidad y en comunión. Y, para esta tarea, debemos reconocernos a nosotros mismo como iguales a los demás sin que nos importe el color de piel o de ideología.  La única condición válida es trabajar por el bien común, nosotros desde la fe y otros desde sus propias opciones…

Por último, constatemos, mirando a nuestro alrededor, que muchas iniciativas que hubieran podido beneficiar a la comunidad han sido desestimadas o prohibidas simplemente porque no las propusieron “los nuestros”… Esta actitud ha dañado al bien común porque no sabemos sumarnos al trabajo con objetivos comunes y con personas que no son como nosotros… Esto ha sucedido, y seguirá sucediendo, si no descubrimos que el Reino de Dios es más grande que nosotros y no sometemos nuestros propios criterios a los del Señor y su Reino… Incluso, muchas veces, queremos manipular el Reino y no servirlo… ¿Tengo algunos ejemplos concretos?  ¿Soy servidor del Señor o de mis gustos e ideas?  ¿Sirvo a Dios o a las instituciones?  ¿Las instituciones/grupos que defiendo sirven a la construcción del Reino de Dios?

PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS, TE PROPONEMOS ALGUNOS EJERCICIOS PARA ESTA SEMANA:

1.     Haz un examen de conciencia sobre tus actitudes y comportamientos en el trabajo en común por construir el reino de Dios:

¿Tengo la capacidad de integrarme para trabajar junto con otras personas para el bien de los demás (En la familia, en el trabajo, en la escuela, en la parroquia, etc.)?

¿Promuevo la armonía en los equipos con los que trabajo?

¿Sé delegar funciones?  ¿Busco un protagonismo exagerado?

¿Me relaciono positivamente con los miembros de mis equipos reconociendo sus cualidades e incluyendo sus aportaciones?

¿Colaboro con entusiasmo, aunque las propuestas hayan sido hechas por otras personas o sólo impulso mis propios proyectos y los de mi grupo?

¿Movilizo mis conocimientos, destrezas, aptitudes y experiencia para lograr las metas del trabajo en común?

Después de este examen de conciencia… viene el propósito de enmienda:

¿Qué cambios debo hacer para poder ser un constructor del Reino de Dios en mis comunidades?

2.     En tu oración de esta semana pide al Señor la fuerza necesaria para salir de tu aislamiento egoísta y para que puedas trabajar, junto con otras personas, por el bien común…

@arquimedios_gdl

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