“No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad
que la forma en que trata a sus niños”.
Nelson Mandela
Martha Alicia Correa Padilla
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), cada año más de 4 millones de niñas y niños son víctimas de
abusos sexuales en México, y solo es denunciado 1 de cada 100 casos. De
estos, el 75% son cometidos dentro de la familia nuclear que corresponde al
padre, madre, padrastro, hermano, tío u otro pariente cercano al niño, siendo éste el lugar donde deberían sentirse seguros y protegidos.
Según la observación general Nº 13 del Comité de los Derechos del Niño,
la violencia infantil se define como “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”.
DE ESTOS, SE DESPRENDEN 6 TIPOS DE VIOLENCIA
1.- Física: Uso de la fuerza, mortal y no mortal, que se manifiesta en castigos corporales y todas las demás formas de tortura y tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, así como la intimidación física por parte de adultos o de otros niños.
2.- Sexual: Incitación o coacción para que un niño se dedique a cualquier
actividad sexual ilegal o psicológicamente perjudicial, con fines de explotación sexual comercial, como son la producción de imágenes o grabaciones sonoras de abusos sexuales, la esclavitud sexual, la explotación sexual en el turismo y la industria de viajes, la trata y la venta de niños con fines sexuales y el matrimonio forzado.
3.- Emocional: Forma de maltrato psicológico, abuso mental, agresión verbal y descuido emocional. Exponerlo a la violencia doméstica o desatender sus necesidades afectivas, su salud mental, médica y educativa.
4.- Descuido o trato negligente: Falla en la cobertura de las necesidades físicas o psicológicas, así como en la protección contra el peligro o en la provisión de servicios, cuando las personas responsables del cuidado tienen los medios y el conocimiento para hacerlo.
5.- Prácticas perjudiciales: Normas, leyes o costumbres legales, sociales, comunitarias o familiarmente validadas y/o aceptadas cuya vigencia se traduce en actos, obligaciones, restricciones o rituales que pueden menoscabar o perjudicar la integridad física o psicológica del menor.
6.- Institucional: Daños, directos o indirectos y omisiones causadas por autoridades estatales de todos los niveles. Las omisiones pueden consistir en no aprobar o revisar disposiciones legislativas o de otro tipo, no aplicar adecuadamente las leyes y reglamentos, así como no contar con suficientes recursos y capacidades materiales, técnicas y humanas para detectar, prevenir y combatir la violencia contra el infante.
Un acto que viola todo derecho. Lamentablemente no podemos medir el impacto de un “síndrome post-abuso” y, en muchas ocasiones, el niño decide olvidar y aparentar que no existe ni existió tal acontecimiento. Con los años el trauma psicológico ocasionado por este evento termina influyendo en lo que los expertos denominan “efectos durmientes”, agravando la situación emocional, física y mental.
LOS AGRESORES ELIGEN A SU VÍCTIMA
El perpetrador desarrolla una relación de confianza con su víctima y,
en muchos casos, hasta con el adulto responsable del menor, permitiéndole
iniciar el acoso sexual, para posteriormente cometer el abuso. Los niños con
baja autoestima, pasivos o con poca confianza en sí mismos, son potencialmente manipulables y vulnerables para su atacante, lo que les da una garantía en el chantaje, amenaza, engaño, abuso de confianza y la imposición del silencio, ya que el menor es incapaz de controlar la situación.
Progresivamente, el menor manifiesta una desprotección y un desconocimiento, fomentando el aislamiento y la desconfianza dentro de su entorno. Debemos tomar en cuenta que muchos niños experimentan simultáneamente diferentes tipos de violencia, como lo son el maltrato físico, emocional y/o económico, llegando a normalizarla y aceptarla como una nueva manera de vida.
Las consecuencias del abuso sexual se producen a corto y largo plazo, dependiendo de diferentes constantes como lo son: el tipo de abuso, su frecuencia su duración y la relación con el agresor. Estas variables pueden explicar la gravedad de la sintomatología abuso, agresor y víctima.
La exposición de esta violencia representa un grave problema, llevando
a trastornos emocionales, depresión, baja autoestima, problemas con las
relaciones sexuales, dependencia, drogadicción, alcoholismo o ideaciones
suicidas; trascendiendo a nuevos tipos de victimización, tales como maltrato intrafamiliar, diferentes tipos de acoso laboral o violencia de pareja.
El abuso sexual infantil viola los derechos humanos, impactando en la
en la salud física y psicológica del menor, siendo éste uno de los problemas más graves en salud pública. Hoy en día, no se habla lo suficiente de dicha problemática, por lo que va convertida en un tabú que encubre al agresor, ya que estadísticamente, de 10 casos cometidos, solo denuncia 1; además de que, de 100 casos denunciados, solo 1 caso recibe sentencia.
La responsabilidad de proteger a nuestros niños contra el abuso sexual
nos corresponde a todos, por lo que es la prevención, la acción más importante y en caso de abuso, la recuperación psicológica, emocional y física serán los factores más importante para la reintegración social del menor.