El código ético del arte
SERGIO PADILLA MORENO
En una reciente plática, en la que coincidíamos varias personas, salió el tema de qué se busca
cuando se ve una película o una serie, ya sea en la sala de cine, a través de alguna de las plataformas
de streaming o de los formatos que todavía existen como el DVD y el Blu-Ray. Las respuestas fueron de
lo más variado, pues hay quien acude al cine solamente para “pasar el rato” con amigos y divertirse,
mientras que hay quienes ven películas o series en función de la propuesta estética, ética, política e incluso religiosa, que una buena producción cinematográfica puede suscitar. Y es que, hoy en día, el cine
y las series han ocupado el lugar que, durante siglos, dejaron los relatos literarios.
Como bien dice el P. Javier Melloni SJ: “En nuestra cultura se siguen gestando y proponiendo nuevos relatos, porque es propio de la condición humana comprenderse a sí misma a través de narraciones que presenten y condensen las opciones fundamentales que hemos de afrontar en un momento u otro de la vida. A través de las gestas de ciertos personajes, se transmite un código ético que queda asociado a ellos en la memoria afectiva de una determinada cultura o generación”.
Desde la perspectiva ético-moral es indudable que el cine y las series pueden favorecer y propiciar la reflexión sobre lo que humaniza y lo que nos deshumaniza, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo correcto e incorrecto, sobre lo justo y lo injusto.
El discernimiento ético-moral no siempre es tan sencillo, pues muchas veces hay situaciones que transitan
en arenas movedizas, como pueden ser las decisiones que se toman para alcanzar determinada meta o logro en la vida. Si se analizan películas o series que tienen que ver con capos del crimen organizado, como lo que vemos en la famosa trilogía El Padrino o la serie Los Soprano, es claro que los fines y los medios son éticamente reprobables. Otro tanto podemos decir de producciones que ahondan en prácticas cuestionables de famosos deportistas y políticos para lograr sus fines.
Pero hay una película que vale la pena reflexionar para discernir si éticamente se justifica el esfuerzo sobrehumano que, por orgullo o superación personal de cualquier obstáculo, lleva al protagonista a tratar de ser el mejor baterista de jazz del mundo, frente a un profesor temido e inhumano.
Estamos hablando de la película Música y obsesión (Whiplash), del director Damien Chazelle, que obtuvo cinco nominaciones y tres estatuillas de los Premios Óscar en 2014.
El ritmo dramático de la película, y la profundidad con que se ahonda en los complejos conflictos
internos de los personajes, es algo que vale la pena ver y analizar, además de que musicalmente es una joya.
Al final resonaba en mí la frase del Evangelio: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde
o se arruina a sí mismo? (Lucas 9, 25)”. Les invito a verla y compartirme su opinión.
El autor es académico del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara – padilla@iteso.mx
WHIPLASH | El Final Perfecto | Análisis
https://www.youtube.com/watch?v=BIREHyjf8KY