
Laura Castro Golarte
La determinación del Pueblo Yaqui por defender y conservar sus territorios es secular. Durante la Colonia el encuentro entre yaquis y españoles fue en 1533, apenas 12 años después de la caída de la gran Tenochtitlan y la relación, contrario a lo que pudiera pensarse, no fue tan compleja ni tan violenta en casi tres siglos de convivencia.
El trabajo de los misioneros jesuitas y, luego de su expulsión, de los franciscanos, fue fundamental para que el pueblo originario se mantuviera en paz la mayor parte del periodo virreinal. Antes de que fueran expulsados los miembros de la Compañía de Jesús hubo intentos por despojarlos de sus tierras, pero todos fracasaron y el Pueblo Yaqui se mantuvo en pie y firme en su nación, hasta, paradójicamente, que México se constituyó como un país independiente.
Al término de la administración del primer presidente de México, Guadalupe Victoria, en 1825, empezaron las rebeliones porque el asedio al Pueblo Yaqui era cada vez más constante y virulento hasta que llegó casi el exterminio con Porfirio Díaz a finales del siglo XIX cuando los sacó de su territorio y en condiciones infrahumanas los envió a trabajar en los campos de henequén en la península de Yucatán. Miles murieron. Díaz también diezmó a la población maya.
A los yaquis les fueron quitadas sus tierras y su derecho al uso del agua que habían tenido por siglos y quedaron reducidos a pocos pueblos con un escaso territorio amenazado hasta hace muy poco tiempo.
Se sumaron a la Revolución mexicana justo para recuperar lo perdido, según la promesa del grupo de los sonorenses (léase Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, los principales), pero no recibieron nada a cambio de su participación en las batallas y de las vidas de muchos.
Fue Lázaro Cárdenas el que decretó que se les restituyeran las tierras y que recuperaran sus derechos sobre el Río Yaqui.
No duró mucho. Desde Manuel Ávila Camacho en adelante, sexenio tras sexenio, les fueron quitando tierras y aguas otra vez. Las rebeliones y el activismo de los últimos años se vio aplastado y combatido en los tres primeros sexenios del siglo XXI, no sólo con armas, sino también con la introducción de drogas y la tolerancia del alcoholismo. Varios activistas fueron asesinados.
El 27 de septiembre de 2021, en la actual administración federal, se firmaron acuerdos y decretos para regresar al Pueblo Yaqui lo que le corresponde como pueblo originario y, desde su perspectiva y cosmovisión, como nación independiente, la Nación Yaqui.
En días pasados, el 13 de noviembre para ser precisa, se celebró una reunión de trabajo en Huírivis, Guaymas, Sonora, en la que se dieron a conocer los avances del Plan de Justicia Yaqui, un documento de 245 páginas que consigna 20 acuerdos en las siguientes materias: Tierra y territorio, Derecho al agua y Bienestar integral y cultura; y como parte de este último: Salud y medicina tradicional, Cultura e identidad, Infraestructura social y básica, Productividad agrícola, pecuaria y pesquera, Medio ambiente y Organización y gobierno tradicional.
El avance del plan integral es de 80 % y se establecieron compromisos para entregar, el primero de diciembre, la administración del Distrito de Riego 018, el primero en el país que manejará en su totalidad un pueblo originario. Algunas obras asociadas como el acueducto, estará listo a finales de febrero del año entrante y el resto de las obras, en junio de 2024. La inversión en el Plan de Justicia Yaqui que incluye una universidad, es de 15 mil 441 millones de pesos y la restitución de más de 51 mil hectáreas de las que, hasta la semana pasada, se habían entregado 32 mil.
La Nación Yaqui ha logrado por fin que, desde el Estado mexicano, les sean reconocidos sus derechos y, mediante los decretos y leyes correspondientes, se garantice que no volverán a ser despojados. Poco se ha informado sobre este asunto pero es de una importancia histórica trascendente para los pueblos que han habitado estas tierras desde tiempos inmemoriales. Son buenas noticias, es justicia.
