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Pbro. José Marcos Castellón Pérez

Desde hace algunos años el debate ecológico se ha puesto en primer plano, ocupando un lugar preponderante en los medios de comunicación social, en los programas de educación básica y especializada, en los intereses de la comunidad científica y en las charlas de café. Sin embargo, todavía falta crear una auténtica cultura ecológica y hechos concretos serios que favorezcan el equilibrio ambiental, el cuidado, la conservación, la recuperación y la reparación del entorno vital social y ambiental, aprovechando al máximo los organismos e instituciones existentes y creando nuevos, si es necesario, para promover un verdadero desarrollo viable y sustentable, que haga posible el bienestar social, llamado ecología humana, y el cuidado de todos los ecosistemas.

La ecología, en primer lugar, es una rama de la biología que estudia las relaciones entre los seres vivos y su medio ambiente en sus múltiples interrelaciones. Pero, en cuanto “problema” que supera los estrechos claustros de la ciencia, se ha convertido en un talente sociocultural por la percepción de los graves problemas que amenazan la vida planetaria y que saltan a la vista de todos, especialmente por la contaminación y por el deterioro de los ecosistemas. Esta realidad ha creado en todos un pacífico consenso: conservar, recuperar y cuidar la naturaleza. Son muchos los grupos y organizaciones que han tomado el estandarte de la defensa del medio ambiente; es un tema que no puede ser olvidado en los nuevos proyectos gubernamentales; se han creado leyes medioambientales y procuradurías para que se cumplan, aunque desgraciadamente se siguen dando flagrantes corruptelas al respecto, bástenos como por ejemplo la cuenca Lerma-Santiago.

Sin embargo, no nos hemos percatado todavía del todo de la gravedad del problema, puesto que al ritmo en que vamos hoy, la mayoría de las reservas naturales se agotarán o destruirán, haciendo que las perspectivas de futuro para la humanidad sean realmente sombrías. Algunos, ante la gravedad del problema, han querido buscar soluciones, pero hay divergencias en el fondo y en la forma del único objetivo. La solución no puede ser únicamente técnico-científica, sin que ello signifique que deban estar al margen de una equilibrada y viable solución. La ecología compete también a la filosofía, a la ética, a la sociología, a la teología… La solución del problema debe ser global, holística e integral, como lo es el mismo problema, haciendo posible una “sociedad viable”, basada en principios de solidaridad humana y cósmica, por lo que urge una auténtica conversión ecológica.

 La ecología, por tanto, no puede ser sólo una ciencia biológica, se abre, como saber global y multidisciplinario, a la reflexión filosófica, ética y teológica, y es precisamente allí donde encuentra el gozne para hacerla un dato cultural que despierta un interés cada vez mayor en la opinión popular, y no exclusivamente de los científicos ecólogos. El pensamiento filosófico y religioso es el que apunta a los principios racionales para una vida de calidad, marcando actitudes fundamentales, valoraciones éticas, sentido de vida; en una palabra:  cosmovisión. 

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