
SALMA YERENAS LOZA
TOMÁS DE HÍJAR ORNELAS
Bajo este título se estrenó el 14 de abril del 2023 un largometraje de Chuck Konzelman y Cary Solomon (co-directores y co-autores del guión) que describe el encuentro entre un psicólogo y un multihomicida condenado a la pena capital. Aquel debe dictaminar el estado mental de un asesino que sólo desea ser ejecutado. La actuación estelar corre por cuenta de Sean Patrick Flanery, Jordan Belfi y Glenn Beck, la producción es de Believe Entertainment y se inspira en la novela A Nefarious Plot, de Steve Deace (2016). Se le ha etiquetado del género cine cristiano – terror – cine independiente, toda vez que aborda sin ambages el suicidio, la eutanasia, el aborto inducido y la pena capital.
COMO PROPUESTA CINEMATOGRÁFICA
La película fue diseñada para ofrecer un mensaje claro, tajante y sin rodeos, que no se atora en la posibilidad de que una entidad maligna se apodere de una voluntad humana, y si bien no rechaza que ello pueda suceder, no le apuesta a eso para mantener el equilibrio y la tensión en los diálogos, la armadura estructural y las actuaciones magistrales de su elenco.
Sin negar un discurso ético, su eje transversal, “no tomes al vapor decisiones trascendentes que hipotequen tu futuro, en especial el eterno” le lleva a uno al propositivo, el itinerario de fe – la católica, en este caso–, como el mejor medio para acercarse a las realidades supremas y a las situaciones más que complejas del bien y del mal sin los intríngulis de la antropología filosófica o de la teología moral.
LA PROSOPOPEYA DEL DEMONIO
Nefarious no atribuye el mal moral a un ‘personaje’ –incluso si se trata del demonio–, sino a la responsabilidad individual del sujeto consciente, incluso si actúa como delegado de las instituciones del sistema de derecho. Ironiza con estas (el estado – la Iglesia), si reducen su papel al de sedantes sociales y aun predispuestos a convertir la ‘justicia’ en ‘venganza’ o peor aún, a justifica las decisiones más letales encubriéndolas con los barnices más inofensivos, como se conducen quienes evaden las consecuencias de sus actos apelando a la comodina pose de los que encapsulan su maldad en una presunta posesión diabólica o en un desorden grave de conducta.
Se plantea, entonces, la carga intransferible de la responsabilidad moral personal y el peso de la libertad de elección en los términos más precisos, que consisten en reconocer con lucidez y humildad que de nuestro yo íntimo salen lo bueno y lo malo; lo uno, si nos educamos en la virtud, lo otro, si nos dejamos atrapar por los vicios.
Finalmente, nos recuerdan los directores del filme, la bondad y la maldad de las acciones pasan por el tamiz de la tentación y por la proclividad al vicio –concupiscencia–, que seduce y atrapa a quien opta por él pues quien elige lo malo percibe de inmediato una sensación de libertad que no se parece al sentimiento de restricción que la bondad genera.
EN CONCLUSIÓN
El filme enfatiza que nadie es absolutamente blanco o negro; que cada quien tiene la posibilidad de elegir lo que más le conviene –sobre todo cuando no es lo que más le gusta–, y que al salir de este mundo sólo podrán acompañarnos las decisiones que influyeron en nuestro destino eterno.
Un aplauso nos merecen los creadores de la película que excluye del todo los efectos especiales y los clichés del género fílmico ‘terror’ para ofrecernos un producto del todo distante a los del entretenimiento de ficción, pues de principio a fin garantiza interés y seriedad en planteamientos del todo aptos para abrir el sentido humano del espectador a la discusión más racional y seria.