
José de Jesús Parada Tovar
Ahora tratan de difundir la “novedosa” propuesta de suplantar el nombre de la Avenida Niño Obrero para endilgarle otro. Semejante iniciativa, a estas alturas del sexenio estatal y del trienio municipal tapatío, precisamente en un año y ambiente preelectoral, proviene del secretario del Trabajo del Gobierno del Estado, argumentando la idea de desterrar, en abono a los “derechos humanos”, todo indicio de maltrato o abuso en perjuicio de los menores.
¡Vaya favor! La verdad es que se trata de una soberana “puntada”, como las que escuchamos y soportamos en todo tiempo por parte de cualquier nivel de autoridades, “a ver si pega”, en beneficio muy particular de funcionarios vivarachos que buscan notoriedad con miras a escalar peldaños.
¿Eso contribuiría a suprimir o al menos a atenuar el obligado e ilegal trabajo de los menores de edad? ¿Hay estadísticas confiables de niños de y en la calle, que mendigando procuran el sustento ¿Cuántos pequeños desempeñan faenas en el campo y cuántos laboran en talleres, fábricas y otros centros de empleo, sean o no familiares?
Incluso vale preguntar qué tiene más valor disyuntivo:
¿aplicar rigurosamente la Ley sin excepciones a quienes propician el trabajo “forzado” de la niñez, o aplicar juiciosamente el espíritu de la Ley en comprobados casos (tantísimos) en que resulta “forzoso” el trabajo y aporte del muchachito o muchachita en el negocio familiar para sufragar y completar el gasto?
La Avenida Niño Obrero ostenta esa denominación en honor del Sacerdote Jesuita Roberto Cuéllar García, que por aquellos terrenos del surponiente citadino fundó y dirigió por tantos años la Ciudad de los Niños en pro de miles de chamaquitos huérfanos, desamparados o simplemente necesitados por escasez de recursos. Ahí aprendieron y ejercita–ron (además de la educación primaria y secundaria, de la instrucción religiosa y del conocimiento y práctica de virtudes cristianas y principios humanitarios) una rica variedad de artes y oficios, tan útiles para su vida posterior. Y todo ello, sin el menor asomo de “conculcar sus derechos”.
Por cierto, lejísimos de andar averiguando o sometiendo a votación ridículas ocurrencias, hoy en día avanza gradualmente, en su inicial Proceso Diocesano, la Causa de Canonización del Padre Cuéllar.