José de Jesús Parada Tovar
Definitivamente, al tratarse el trillado tema de los Niños y sus Derechos, de ordinario la imaginación e incluso la efectiva atención se enfoca y encauza hacia los menores que tienen casa, que van a la escuela, que asisten al Catecismo, por más que no están exentos o ajenos por ello a las dolorosas circunstancias de pobreza, maltrato, violencia intrafamiliar y abusos de diversa índole. Si acaso, en el segmento de los desprotegidos, se alude también a los pequeños que viven, deambulan o trabajan en la calle, y a quienes a veces les alcanza, de la beneficencia pública o privada, algunos mendrugos, una cobija, regalito o algo para vestir. Similar les ocurre a los enfermitos hospitalizados.
Empero, hay otros sectores infantiles entre espesa niebla, que nadie osa despejar, ni siquiera en las convencionales y convenencieras fechas del Mes o del Día del Niño. En dos ejemplos al azar, viene a la mente el caso de los chavales que purgan encierro en el Centro Tutelar para Menores por haber cometido graves faltas no tipificadas aún como delito. Detrás de ellos hay historias dramáticas por abandono, hambre, miseria, vicios, ignorancia, golpes, violaciones, papás separados, etcétera… En lo general, ¿quién conoce o supervisa los procesos para la corrección de conductas que garanticen su saneamiento integral? ¿No suele ser ahí donde se incuba y potencia gran parte de la delincuencia entre chavos que pasado mañana irán a los Penales?
Otro caso en la penumbra: los niños indígenas, tanto los que nacen y embrionan su desarrollo en el seno natural de cualquiera de las etnias (suman 56 en el país), como los que surgen al mundo en los pueblos, ciudades medias y metrópolis, en condición de inmigrantes. Y es que mirarlos va mucho más allá de una mera connotación autóctona; peor aún, exhibirlos folclóricamente o sólo como candorosos y simpáticos promotores de candidatos en campañas electorales. ¿En qué idioma, con qué herramientas hay que captar de ellos su propia y rica cosmovisión, su vida íntima familiar, principios y valores comunitarios?
A todos ellos, los de tras bambalinas, hay que conferirles protagonismo, darles foro y escenario, aprenderles su riqueza interior, brindarles la oportunidad de crecer y trascender. ¿Será mucho pedir?