PBRO. JOSÉ MARCOS CASTELLÓN PÉREZ
El Papa Francisco, en una entrevista a la agencia de noticias americana Associated Press, ha hablado de nuevo sobre la homosexualidad, diciendo que esta condición humana no es un delito, pero sí, en caso de
una relación sexual y no de la homosexualidad como tal, un pecado. Ha expresado lo que siempre la Iglesia ha enseñado sobre el tema, pero no deja de ser mal interpretado, tanto de una parte como de otra. A unos les parece que es demasiado laxo y a otros, en este caso, homofóbico; el mismo Pontífice ha aclarado su postura con una carta dirigida al Padre estadounidense James Martin, dedicado al apostolado
con personas homosexuales.
Simplemente, el Papa ha afirmado que los actos homosexuales no son un delito o un crimen, pero sí un pecado. La distinción es clara, pues el pecado queda en el fuero interno, en la conciencia moral, mientras el delito es una transgresión pública a una ley positiva que merece ser juzgada y condenada, en caso de declararse culpable. En la mayoría de los países, excepto en una cincuentena de naciones, la homosexualidad, como tal, no entra en los códigos como delito, por eso no puede ser motivo de transgresión a ninguna ley humana.
En cuanto al pecado, el Papa ha aclarado que la Iglesia enseña que toda relación sexual fuera del matrimonio, como lo es cualquier relación erótica homosexual, es un acto pecaminoso. Se trata objetivamente de materia grave, sin que haya por ello una condena a nadie, sino un principio moral que debe sostenerse siempre y donde quiera. Pero, enseguida, aclara que todo acto humano debe ser
discernido entre la ley moral objetiva y la persona, que puede no estar en condiciones, que pueden aminorar, e incluso anular la culpabilidad moral y, por ende, la conciencia de pecado. Afirma el Papa:
“Es necesario considerar las circunstancias, que disminuyen o anulan la culpa”.
Esto mismo enseña el Catecismo del Padre Ripalda (1535–1618), al afirmar que el pecado mortal requiere materia grave, pleno conocimiento y plena libertad; a la falta de algunas de estas condiciones se puede suponer un pecado venial o una simple falta. Hace algunos años se enseñaba en la moral cristiana
que en materia del sexto mandamiento no había parvedad de materia, es decir, que todo pensamiento, palabra u obra de orden sexual, era considerado materia grave. Sin embargo, desde una perspectiva
menos moralista y más humana, ayudados de las investigaciones de la psicología y de la psiquiatría, más que de orden moral habría qué considerar muchos de estos comportamientos como un desequilibrio
psicológico que requieren de un acompañamiento terapéutico.
Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el tema dice que, aunque los actos homosexuales son intrínsecamente malos, hay que tratar con respeto, compasión y delicadeza a las personas
homosexuales y siempre ofrecerles, en su crecimiento espiritual, la vía de la castidad, virtud por la cual la sexualidad se orienta al fin último, es decir, a la libertad personal, a la salvación.