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Una de las cosas a las que más aspiramos en este momento en México es alcanzar la paz, aunque se vea algo imposible de lograr, dada la situación que estamos viviendo y la falta de claridad y eficacia con la que actúa, o no está actuando, la autoridad y, muchas veces, aunado a la indiferencia de nosotros, los ciudadanos.
Al respecto, estaremos presentando una propuesta, aunque sea conceptual, pero que puede impulsar algunas acciones, que versa sobre cinco hilos que ayudan a tejer la construcción de la paz. En esta ocasión, haremos referencia a uno, que es vivir la democracia, teniendo en cuenta que, aunque
nos decimos un país democrático, con sus respectivas instituciones para salvaguardar este valor civil, en la práctica, su operación ha sido muy restringida, sin contar la manipulación que de ella hacen los partidos políticos y la autoridad federal en turno.
En efecto, mientras no se alcance un nivel satisfactorio de la vivencia real de la democracia, estaremos en
conflicto permanente y, por lo tanto, lejos de vivir en paz. Diríamos que la democracia es un elemento sustancial para que los ciudadanos de una nación se sientan en paz, y que puedan ejercer sus derechos y obligaciones sin contratiempos, contrariedades y miedos.
Para nosotros, vivir la democracia es aceptar que pensamos y somos diferentes, que tenemos diversas visiones y proyectos que pueden complementarse e interactuar.
Vivir la democracia es el respeto profundo a la pluralidad, y no empecinarse en desprestigiar todo lo que
no vaya de acuerdo a un solo modo de pensar; esto se llama ideología, e ideología impuesta y esclavizante, hacia la que nos están llevando hoy, y que se ha concretizado, por ejemplo, en el –así
llamado– nuevo plan de educación.
La falta de pluralidad no es unidad, ni siquiera uniformidad; es dictadura, es decir, uno solo piensa y los demás deben pensar como él.
Vivir la democracia es hacer a un lado la maniquea visión de blanco y negro, de buenos y malos, de fifís y
chairos; es acercarnos unos a otros, es, incluso, abrir el corazón a los sectores más sufrientes, porque forman parte del pueblo (demos); es encontrarnos a las víctimas –la parte de la población (demos) que más padece– con mente y corazón abiertos.
Vivir la democracia es dialogar, es intentar siempre hacer un camino juntos, es resolver pacíficamente los
conflictos, es valorar la participación de todos y es aspirar siempre al bien común, el de los que han hecho su dinero honestamente y de los que no han alcanzado este nivel.
Vivir la democracia no es darle libertad a las bandas criminales. Ellas no forman parte de la sociedad que aspira a ser democrática, sino que forman parte de la no-sociedad.
Polarizar propicia permanentemente el conflicto. Los grupos de la delincuencia aprovechan el vacío democrático que provoca la polarización, porque impide una participación igualitaria de los ciudadanos,
que aspiran a ser tomados en cuenta, y a otros los desanima radicalmente, porque la única voz que quiere seguir escuchándose y ordenándose es de quien ostenta el poder actualmente.
Vivir la democracia como hilo para tejer la paz seguirá siendo tema para tratar.

@arquimedios_gdl

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