Cuando hacemos oración, no olvidemos que debe ser una plegaria cargada de esperanza y de espíritu familiar, comunitaria, en el sentido de que nos debemos unir (en este caso, los mexicanos) para pedir por intenciones comunes, especialmente por la paz, la justicia y la reconciliación en nuestro país, ya que la
violencia se ha manifestado en la desaparición de muchos hermanos, hecho que ha marcado con el dolor a miles de familias. El tema de la oración no es teórico, sino que nos toca, nos mueve y nos motiva a ponerlo en práctica.
Al respecto de cómo debemos orar, Jesús nos presenta algunas características.
- Nos dice que debemos dirigirnos a Dios llamándolo ‘Padre’. Utiliza una palabra que es familiar para su tiempo y para el nuestro, es decir, equivale a decirle ‘papá’, porque Dios es un ser entrañable,
cercano, capaz de comprender el lenguaje y los sentimientos de nosotros, sus hijos.
Recordemos que llamarle a Dios, ‘papá’, en tiempos de Jesús, era una cosa grave para los judíos, y por lo que lo acusan, ya que fue mucho su ‘atrevimiento’. Sin embargo, para que nuestra oración sea confiable y agradable a Dios, y porque es real, el mismo Jesucristo nos alienta a que le llamemos ‘padre’ (papá) a Dios, con toda la carga de confianza que esto significa. - Comunitaria. Toda oración cristiana tiene que ser una plegaria de ‘nosotros’, porque Dios es Padre nuestro, no solo mío. Él comprende nuestras necesidades; le pedimos el pan de cada día para todos, el perdón para todos, y que no nos deje caer en tentación a todos.
Otra característica, pues, de la oración es que tiene que ser comunitaria. Nos dirigimos a Dios con la convicción de que somos, de verdad, hermanos.
¡Cuántos problemas se resolverían en nuestro país si de verdad los mexicanos viviéramos con esta convicción de que somos hermanos! ¡Somos hijos del único Padre Dios!, y el bien que Él quiere, espera que sea para todos sus hijos.
Si tomáramos conciencia y viviéramos con convicción esta verdad, muchos problemas de desigualdad, de injusticia y de violencia se evitarían.
Desgraciadamente, no hemos asumido, desde nuestra fe y de la vivencia de nuestro compromiso cristiano, la verdad de que Dios es nuestro único Padre y que nosotros somos hermanos.
- Insistente. La oración cristiana debe “poner hasta el gorro a Dios”, como pudiéramos decirlo coloquialmente.
La oración tiene que ser perseverante, sin cesar, continua, cotidiana, incansable, y por eso dice el Señor: “Pidan…,busquen…, toquen…”, insistan. - Que siempre pidamos el don del Espíritu Santo. Si tenemos la conciencia de que el Espíritu es el que está de por medio, nuestras prioridades al pedir pueden cambiar, ya que el mismo Espíritu nos sugerirá qué es lo más conveniente para nuestra vida, para nuestra condición de hijos y de discípulos
amados de Dios.
No nos cerraremos, entonces, en esa necesidad tan urgente que yo siento, sino que, con la luz del Espíritu Santo pediremos lo que sea más necesario para bien de la sociedad, de mi familia y mío, en particular.
Con estas enseñanzas de Jesús acerca de cómo debe ser nuestra oración, tenemos confianza de que seremos escuchados.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.