Hola, qué tal queridos lectores de nuestro espacio Semillero de vocaciones. Con gusto les saludo. En esta ocasión, hablaremos sobre la Misa del Espíritu Santo que año con año celebramos en la capilla del Seminario Mayor de Guadalajara a inicios de nuestro ciclo escolar, precisamente para pedir la ayuda de la tercera persona de la Santísima Trinidad. Para encomendarle nuestras actividades académicas y todos los demás proyectos y objetivos que planeamos para el transcurso de todo el año, así como nuestro proceso de formación para prepararnos con miras al sacerdocio en amor y entrega al pueblo santo de Dios.
De igual manera, muy contentos por los 327 años de la fundación de nuestro Seminario, que ha dado abundantes frutos para nuestra Iglesia, que se cumplieron el pasado 9 de septiembre, donde han salido sabios y santos Sacerdotes, de entre ellos, mártires egresados de esta bella institución.

La sagrada Eucaristía la tuvimos el 11 de septiembre a las 5 pm, en la que se congregan todos los Sacerdotes, formadores y seminaristas de las 5 casas auxiliares de secundaria (Totatiche, Ahualulco, Anacleto, La Barca y Cuquío), así como el Seminario Menor, donde están los seminaristas que estudian la preparatoria ahí mismo y Nivelación (jóvenes que han terminado la preparatoria por fuera o tienen alguna profesión y han sentido la inquietud y el llamado por el sacerdocio), y el Seminario Mayor, que son los que están cursando las facultades de filosofía o etapa discipular y teología o etapa configurativa.

También se tuvo la presencia de profesores externos del Seminario que, con su entrega, dedicación y amor a la institución, nos comparten de sus conocimientos para tener un panorama más amplio de la realidad y enfocados a la vida consagrada.

La sagrada Eucaristía fue precedida por el Sr. Cardenal Don José Francisco Robles Ortega, y concelebrada con todos los formadores de las diferentes etapas del Seminario antes mencionadas. En la homilía, nuestro pastor de la Arquidiócesis nos compartía estas valiosas palabras: “No olvidemos que la vida cristiana no puede ser sin la presencia y la acción de Dios Espíritu Santo. No podemos hablar de que somos verdaderos cristianos si no habita y actúa en nosotros el Espíritu Santo. Tiene la misión de ser nuestro Maestro. Nos enseña el bien en el que nos debemos aplicar para ser verdaderos discípulos, y en donde está el mal que debemos evitar”.
Sin duda, el Evangelio y las palabras que Dios Nuestro Señor pone en la mente de nuestros guías espirituales, es como el Espíritu Santo actúa en cada uno de nosotros, mueve nuestros corazones para hacernos conscientes por medio de nuestras acciones para obrar siempre el bien, de acuerdo a la verdad y encaminados a la meta que Dios nos invita que es a la santidad.
Pedir siempre el auxilio divino es muy necesario para encomendarle nuestras labores cotidianas, y que nos inspire a las riquezas celestiales, para con nuestro testimonio dar ejemplo de vida para tantas personas que será el único Evangelio que escuchen y vean.